“Cuando una sociedad acepta lo absurdo sin reaccionar es una sociedad en decadencia”. Estas palabras pronunciadas por el exvicepresidente Alfonso Guerra, no hace muchos días, a propósito del tratamiento de la lengua española en la última ley de educación, podrían haberse pronunciado en muchas ocasiones desde, por lo menos, abril de 2004. Con él, con Zapatero, empezó todo. Con él se inició una serie de despropósitos que Rajoy no supo o no quiso enmendar, cuando no aumentó la lista de desvaríos. Pero el máximo nivel del absurdo político se está alcanzando desde noviembre de 2019, con un gobierno de un tamaño proporcional al nivel alcanzado de absurdidad.
No obstante la sociedad no reacciona. Puede que no reaccione porque no disponga de los canales y recursos adecuados para ejercer, entre elecciones, el control sobre sus representantes, incluso puede que sus representantes no sean los que deberían ser, si el sistema electoral español se hubiera perfeccionado en tiempo oportuno. De todo ello he tratado en artículos anteriores, cuando me he referido a la necesidad de cambiar la ley electoral actual y a la conveniencia de potenciar la Iniciativa Legislativa Popular y la institución del Referéndum. Tampoco las circunstancias actuales de restricciones de movilidad y reunión facilitan la reacción en forma de manifestaciones ciudadanas de protesta. Además gran parte de los profesionales de la agitación callejera están hoy día ocupando sillones en diversas administraciones y chiringuitos anexos, por lo que no les interesa reaccionar contra ellos mismos.
Podría, entonces, pensarse que la sociedad española, tal y como parece opinar Alfonso Guerra, está en decadencia. No lo sé, pero en todo caso está adormecida. Será por efecto de la pandemia, será por el mágico influjo de la televisiones y radios subvencionadas, será por la abducción producida por los “aló presidente”, pero eso me parece.
En estas circunstancias lo normal es que haya gente que, de manera individual o en grupo, manifieste sus desacuerdos en los medios de comunicación que se lo admitan y redes sociales que no les veten, o mediante cartas a las autoridades que consideren oportuno remitírselas. Incluso podría considerarse normal que, en ocasiones, levantaran un poco más de la cuenta la voz y escribieran con mayúsculas y negrita, como si gritaran.
Este es el caso de la carta que algunos miembros de la XIX Promoción de la Academia General del Aire (AGA) que, junto a otros cuantos de la XXIII Promoción de la Academia General Militar (AGM), todos ellos retirados), remitieron al Rey Felipe VI exponiéndole su preocupación por la situación actual de España y por los riesgos que conlleva. El hecho de enviar una misiva de esas características al Rey lo considero, con perdón, innecesario y, en cierto modo, imprudente. Pienso que es innecesario porque es de suponer que el Rey está perfectamente informado de la situación, no solo eso, además está sufriendo las consecuencias de ella. Pienso, además, que es imprudente porque, como era de esperar, en cuanto la carta ha trascendido a los medios de comunicación, los “talibanes antimonárquicos” han aprovechado la situación para elevar el nivel de sus irracionales ataques a la monarquía parlamentaria.
De otra manera, a mi modo de ver más eficaz, obraron algunos componentes de la Promoción XXI de la AGM promotores de un manifiesto en el que, a través de un medio de comunicación, hacían pública su preocupación ante los riesgos a que se está sometida la unidad de España, la separación de poderes y algunas libertades, entre otros principios consagrados por la Constitución Española (CE).
Ambos casos, cartas y manifiesto, están amparados por la libertad de expresión (Artículo 20 de la CE[1]) y, dado que no vulneran ninguno de los límites que la ley pone a ella, las opiniones vertidas en esos documentos deben ser respetadas y no censuradas. Sí pueden ser objeto de crítica y de controversia.
Pero eso no es lo que ha hecho la Ministra de Defensa cuando manifestó literalmente que: “No vamos a consentir que unas personas con comportamientos por escrito que nos avergüenzan a todos puedan sembrar dudas sobre la actuación de las Fuerzas Armadas”.Con estas burdas palabras no ha contrapuesto opinión alguna, sólo ha sacado a relucir un carácter autoritario, impropio de un miembro de un gobierno “de progreso”, además de hablar por “todos” suponiendo una uniformidad de pensamiento que todavía no ha logrado su gobierno.
Tampoco estuvo muy acertada la ministra cuando dijo: “los oficiales y oficiales generales que se están posicionando de esta forma muestran un gran nivel de cobardía al apoyarse en la condición de militares que en su día tuvieron para mancillar a las Fuerzas Armadas con opiniones inaceptables que colocan en una posición complicada al monarca”. Analizando sólo por encima estas palabras:
· La señora ministra debería tener en cuenta que, entre los firmantes de las primeras cartas y del siguiente manifiesto, hay personas (no solo oficiales y generales) que tienen su valor reconocido y que, entre los demás, aunque el valor solo se les suponga, el hecho de estar durante 40 años al servicio de España, respetando y haciendo respetar la Constitución y permaneciendo leales al Rey y, además, hacerlo por encima de sus opiniones personales, ya supone un nivel de valor y autocontrol que debería de ser apreciado por la Ministra de Defensa, en lugar de insultarles de esa manera tan gratuita.
· También debería recordar que el personal militar de carrera, al pasar a la situación de retiro, según el artículo 115 de la Ley 39/2007 de la Carrera Militar[2], ha cesado toda relación de servicio profesional con las FAS, por lo tanto no se apoyan en su pasado militar para dar su opinión, lo hacen a título personal para pedir que se respete el orden constitucional como ellos han hecho a lo largo de toda su carrera. Y, si dan la cara identificándose por su nombre y último empleo militar acompañado de la palabra “retirado” es porque el mismo artículo de la citada ley le da derecho a ello.
· Tampoco está muy acertada la señora ministra cuando se refiere a las opiniones de los firmantes como inaceptables. Este es un calificativo que debería de desaparecer del léxico de este gobierno de “progreso”. Se podrá, o no, estar de acuerdo con todas o con parte de las opiniones vertidas en las referidas cartas, pero nunca deberían ser consideradas como inaceptables, eso es un tic de autoritarismo que se va extendiendo últimamente entre nuestros dirigentes políticos. Las opiniones se deben debatir con firmeza, si se quiere, pero siempre con respeto y nunca desde una posición de desprecio o de censura.
Recuerdo a la Ministra de Defensa y, de paso, a todos los miembros de gobierno y grupos que lo apoyan dos declaraciones del Tribunal de Estrasburgo, a propósito de la libertad de expresión y del respeto a las opiniones de los demás:
«El Tribunal de Europeo de Derechos Humanos considera que en democracia la autoridad, sea cual sea esta, o un grupo de influencia no pueden imponer su consideración moral como la única admisible»
“Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha declarado en numerosas ocasiones que la libertad de expresión se aplica “no solamente para las informaciones o ideas bien acogidas o consideradas como inofensivas o indiferentes, sino también para aquellas que hieran, choquen o inquieten al Estado o a una parte cualquiera de la población. Así lo exigen el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los cuales no existe la sociedad democrática”.
Con el asunto de los “WhatsApp” no voy a perder demasiado tiempo, porque en ningún caso merecen una atención mucho más allá de la mera curiosidad. Ni WhatsApp ni Twitter son foros apropiados para emitir opiniones serias y fundamentadas, ni son válidos para mantener un debate enriquecedor y racional. El empleo de estas herramientas ha introducido la chabacanería y el simplismo en la política.
Dicho esto, tengo que reconocer que las famosas y repetidamente publicadas frases vertidas por algún miembro del grupo de WhatsApp de la XIX Promoción de la AGA y enmarcadas en una conversación o chat sobre la situación política actual, me parecieron muy poco oportunas, además de desafortunadas. Yo tuve noticas de estas exaltadas expresiones, contenidas en un chat privado, a través de los medios de comunicación. Me parecen tan execrables aquellas opiniones, como que el contenido de un chat privado se publique en los medios de comunicación. Pero el que ese contenido se filtre a un medio de información (INFOLIBRE), por parte de un miembro del grupo de WhatsApp, el Teniente Coronel retirado José Ignacio Dominguez, me parece despreciable.
No voy a entrar a valorar el pasado de este señor, que cada cual aguante su vela, pero su actual y frecuente relación con el partido Podemos y con Julio Rodríguez, jefe de gabinete de Pablo Iglesias, me da que pensar. Me pregunto, ¿qué hacía un individuo de esa tendencia política en un foro como ese? ¿por qué filtro la conversación de su grupo PRIVADO de WhatsApp? A la primera pregunta me puedo responder, haciendo un ejercicio de inocencia, que estaba en el grupo por pura añoranza de sus tiempos de cadete. Lo dejo ahí. Pero a la segunda me respondo, sin ningún tipo de inocencia, que hizo un uso torticero de una información, traicionando la confianza de sus compañeros de grupo. Porque, digo yo que podía haber recriminado la postura de los exaltados y podía haber entrado en debate con ellos, dando cara con valentía ante sus antiguos compañeros de Academia. Podía haber intentado reconducir la conversación a un tono más racional, pero no, eligió salir en primera plana y poder ocupar un sillón de vocero en unas cuantas televisiones. No es de extrañar que eligiera ese camino. Imbuido de los métodos propagandísticos de sus amistades políticas, solo podía esperarse esa actitud. Sin embargo, nunca se le ha visto protestar por los deseos de esas amistades, muy frecuentemente expresados en Twitter, de emplear la guillotina, o por las ansias de su líder de salir a cazar fachas por Segovia.
A este aquelarre se suman los de siempre, la nueva estirpe del PSOE, que no saben distinguir entre el peligro de unos señores retirados y sin ninguna posibilidad más que la de protestar o convencer con la palabra y el que suponen unos comunistas, de rancias técnicas revolucionarias, insertados en su gobierno. Pero también lo hacen algunas de las viejas vergüenzas de ese partido, como el diputado Elorza, que más le valdría estar callado, no vaya a ser que salte una liebre vociferante para sacarle lustre a su calva.
En fin, tendremos muchos casos como este, la cuestión es distraer la atención del respetable, para que pasen desapercibidas las maniobras orquestales en la oscuridad dirigidas por Pablo e interpretadas por Pedro en intima comunión (con perdón).
LUIS BAILE ROY
[1] 1. Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
c) A la libertad de cátedra.
d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
3. La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España.
4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
5. Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial.
[2] Los militares de carrera al pasar a retiro cesarán definitivamente en la relación de servicios profesionales con las Fuerzas Armadas y dejarán de estar sujetos al régimen general de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas y a las leyes penales y disciplinarias militares……
…… Podrán seguir identificándose con el empleo militar que hubieran alcanzado, siempre acompañado de la palabra «retirado»
3 comentarios en “CARTAS Y CHATS”
Muy bien Luis, me ha gustado. Eres un tío cojonudo como ya me habías demostrado en tiempos pasados, aquellos en los que menos nos preocupaban los "negocios" que, ahora, nos entretienen y preocupan. Un Fuerte abrazo y como se suele decir: mejores fueron tiempos pasados. Veremos lo que está por venir.
Magnífico y soberbio artículo que comparto plenamente por pensar lo mismo, pero debo recalcar la sensatez y moderación con que se expresa en el artículo la decadente realidad de la situación política y moral de una España, sin nervio y con pasotismo, obnubilada por un decadente progresismo relativista y adanista, donde la verdad se transforma en mentira y ésta en verdad, con la posverdad, encubriendo la falacia y el engaño.
Considero infame la denuncia de un aviador podemita, denunciando con deslealtad a un compañero que coloquialmente dijo algo por wasap que, con toda seguridad, ni el mismo lo creía por absurdo.
Imprudencia y/o torpeza magníficada torticeramente por Elorza y adlateres del Gobierno dualista y frentepopulista.
Mal estuvo la Ministro de Defensa en su Declaración sobre las cartas al Rey, pasándose muchos pueblos, y en menor grado el JEMAD con su alocución ante su Majestad el Rey, vigilado en corto por el Gran Jefe del Gobierno.
Efectivamente un grupo de retirados no representan a los Mandos de las FAS, y se puede pensar que fueron inoportunas en estos momentos de acoso a la Monarquía y que el Rey conoce mejor la situación española que los propios informantes de las cartas.
No podemos precisar más en un juicio de valor de esas epistolares misivas.
Eran y son unas cartas de lealtad al Rey exponiendo la preocupcion de algunos militares retirados sobre la situación crítica en que se encuentra España y que los militares en situación de actividad no pueden exponer libremente, pero que en su mayoria, salvo alguna excepcion, comparten el fondo de esas cartas.
Aún mas diría yo, preocupación compartida por la mayoría de los españoles, que al no poder participar en vía democrática directa a través de referendums, las decisiones
legislativas se toman unicamente en el Congreso, y mal servidos estamos si dicha cámara parlamentaria está dominada por grupos de extrema izquierda e independentistas que no creen en España y quieren destruirla, y los precisa un PSOE radical para poder gobernar.
Con la ruta tomada por el duo socialcomunista que en poco tiempo puede desvertebrar a España con esa singladura, sin que luego pueda recuperarse o cueste demasiado, en el mejor de los casos, con ese camino dirigido hacia una república bolivariana, que significaria a caer en el Averno socioeconómico y político, es decir en la ruina y la miseria.
Se nos presenta el dilema de Shakespeare en Hamlet: "To be or not to be that is the question", y parodiando a éste nos preguntamos:
¿ Cual es la más digna accion del alma, poner fin a este torrente de calamidades con atrevida resistencia o perecer con la fortuna adversa en un mar tenebroso.
"Ser, o no ser, ése es el problema"
Manuel Martín Diéguez, Coronel Retirado de Artilleria
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