7 de julio de 2025 15:56

Blog sobre demografía y política

 «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los  remedios equivocados.»  Groucho Marx

¿Qué encontrarás en este artículo?

Antes de empezar con el tema de hoy, quiero enviar a mis amigos Edu y Mili un abrazo muy fuerte y decirles que les deseo que venzan pronto la batalla que están librando con el COVID-19. Son fuertes, tienen fe y tienen mucho por lo que luchar y vencer. Espero volver pronto a caminar con vosotros por la Cañada Real Leonesa Occidental y charlar y reír bajo los luceros del cielo extremeño y castellano, después de una larga jornada trashumante.

Memoria e Historia, sí así, por separado, porque si la memoria es una facultad necesaria para el estudio de la historia e incluso para la investigación de hechos históricos, gramaticalmente me resulta difícil unirlas en la forma que dio nombre a una ley alumbrada por el gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero, la Ley de la «Memoria Histórica”, mantenida por el Sr. Rajoy Brei y que pretende ampliar el Sr. Sánchez Pérez-Castejón con la presentación de una proposición de ley presentada por el PSOE el pasado 30 de junio de 2019 en el Congreso de los Diputados.

  Desde el punto de vista gramatical no le encuentro el sentido, porque, si memoria es el sustantivo, resulta que la palabra histórica (y democrática) la han colocado ahí como adjetivo. Y como éstos son palabras que modifican a los sustantivos, determinándolos o calificándolos, resulta que, a la memoria se la podría calificar de buena, mala, próxima, lejana…… y no de histórica y democrática, o de antidemocrática y prehistórica, por ejemplo. No me cuadra, la palabra histórico/a es un adjetivo que se refiere, según el diccionario de la RAE, a “algo perteneciente o relativo a la historia”, o “dicho de una persona o cosa: Que ha tenido existencia real y comprobada”, o también que es algo “digno de pasar a la historia”. Por ejemplo: acontecimiento histórico, patrimonio histórico, histórica batalla, una novela histórica etc. Pero no veo nada claro que, por ejemplo, mi memoria (facultad psíquica por medio de la cual retengo y recuerdo el pasado) sea histórica. En todo caso, los recuerdos retenidos en mi memoria y los relatos que yo haga, oralmente o por escrito, podrán contribuir, junto con otros, una vez confrontados y contrastados a constituir parte de una historia, o de un relato histórico. Pero eso no quiere decir que mi memoria sea histórica.
  Puede que al adjetivar de histórica a la memoria no se estén refiriendo a la memoria como “facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado (diccionario de la RAE), podría ser que se estuvieran refiriendo a “Exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto” (3ª acepción de la palabra histórico/a en el diccionario de la RAE). Pero, entonces, me pregunto: ¿Hicieron esa ley para regular cómo, cuando y por qué hacer una “memoria” o exposición de hechos, datos o motivos referentes al asunto a que se refiere la mencionada ley? Es decir, ¿para regular como contar la historia de España entre 1936 y 1978? No me parece lógico que desde el gobierno se pretendiera regular el modo de como han de realizar sus investigaciones los historiadores y como han de relatar la historia de España en ese periodo, ni en otros.
  Se me ocurre, entonces, que quizás quisieron darle a la palabra “histórica” el carácter de adjetivo relacional. Dicho adjetivo se define como aquel que especifica el ámbito o el dominio que corresponde al sustantivo al que modifica y que suele caracterizarse con la fórmula «perteneciente o relativo a”…” (Marina Maza, www.unprofesor.com, 19 abril 2017). Estos adjetivos no admiten graduación, pero si pueden ir precedidos de un prefijo (ante, anti, pre, pro). Así que describen unas propiedades que caracterizan al sustantivo al que acompaña dicho adjetivo y lo hacen de una forma neutra, lodelimitan dentro de un conjunto mayor de sustantivos, pero no lo califican. Por ejemplo podemos decir construcción naval, fracaso económico o partido democrático. En todos esos ejemplos estamos concretando a que ámbito se refiere el sustantivo dentro de un conjunto mayor. Si es este, el sentido que le quisieron dar, entonces ¿el adjetivo “histórico” está situando a la memoria en el ámbito de la historia?, vamos que ¿la memoria pertenece o es relativa a la historia?, no está diciendo si en buena o mala, mayor o menor, sólo dice que es una memoria referida al campo de la historia.  Bien, en este caso, si esa fue su intención, creo que erraron pues insisto en que la historia puede servirse de la memoria de varias personas, entre otras fuentes de datos, pero la memoria es una capacidad o facultad que reside en nuestro cerebro y que no pertenece al ámbito de lo histórico, ni a ningún otro.

Halbwachs
Puede también que quisieran referirse a otras conceptualizaciones de la memoria. Por ejemplo, a las que se manejaban ya a finales del siglo XIX y principios del XX, los conceptos trasmitidos por Maurice Halbwachs (psicólogo y sociólogo), Aleida Assmann (antropóloga) y Jan Assmann (egiptólogo) que, por no alargar en exceso el artículo, resumiré en los tres que la aguda inteligencia de Aleida Assmann logró sintetizar entre los manejados por su marido Jan y por Halbwachs:

Memoria comunicativa (según Jan Assmann). Que tiene mucha carga emocional y se basa en la transmisión oral entre individuos. Registra los hechos de un pasado pero con una corta duración, que depende de la existencia de testigos vivos y por lo tanto puede abarcar unas tres generaciones de individuos.
Memoria colectiva (según Halbwachs). Halbwachs decía que “no hay memoria que no sea social” y con ello quería decir que los recuerdos están rodeados de un marco dado por un grupo social determinado y su olvido sólo era consecuencia del declive o desaparición de ese contexto social vivido. Y que el recuerdo está influido y modificado por valores y condicionantes del presente, es decir que la memoria está condicionada por la perspectiva del presente y por la influencia de los grupos sociales que, en el presente, recuerdan hechos pasados transmitidos entre individuos. Aleida Assmann sitúa este tipo de memoria en un nivel intermedio entre la comunicativa y la cultural que trato a continuación, concediéndole un carácter más estable y perdurable y dice de ella que “convierte los acontecimientos en arquetipos y las narraciones en mitos”.

Matrimonio Assmann
Memoria cultural (según Jan Assmann). Que la describe como de mayor duración y con un determinante anclaje institucional constituido por museos, monumentos, publicaciones, libros de texto, películas, documentales, etc. Igualmente condicionada por la perspectiva del presente.

  Ninguna de estas tres memorias llega a constituir un reflejo fiel de los acontecimientos pasados porque, como he mencionado antes, están influidas por el recuerdo de los grupos, y lo hacen según sus intereses. Las tres están ancladas al presente y sujetas a las reelaboraciones y censuras de esos grupos.

  En resumen, como decía Halbwachs, “Hay una historia, pero tantas memorias como grupos sociales”. De ahí la importancia de lo que les contaba la semana pasada respecto a las características y cualidades que deben adornar a un buen historiador: Objetividad, imparcialidad e independencia de todo juicio grupal.

Dan Diner
Benedetto Croce


 Otros escritores sobre esta materia, como Benedetto Croce (filósofo, historiador y político), mantienen que “los historiadores no pueden ser absolutamente objetivos e imparciales, porque están inevitablemente afectados por los contextos sociales y culturales en los que viven, que influyen en cómo se relata la historia y en cómo se interpreta. Para estos escritores la historia es un fenómeno accesorio de la memoria social (colectiva) y construcción de la memoria, y que no tiene influencia sobre ella (Dan Diner, historiador).

  Llegado este punto todavía no me cuadra la frase que adorna a la Ley 52/2007 de 26 de diciembre de Memoria Histórica. No me encaja en mis esquemas, puede que algo cartesianos, porque yo no estoy con lo señalado por Croce, más bien me inclino a favor de que historia sólo hay una, a pesar de que cada grupo quiera imponer su memoria. Dejo aparte las consideraciones gramaticales sobre los adjetivos y sus diferentes tipos y, centrándome en la distinción entre memoria e historia, una vez leídos la exposición de motivos de la citada ley y sus artículos más polémicos, tengo que confesar que no me parece una norma legal que apoye y defienda a la historia con mayúsculas, más bien a la memoria de algunos de grupos. Por ello, creo que erraron en el título y en algunas de sus disposiciones. Entre éstas, una que afecta a todo el texto al limitar el periodo histórico que iban a considerar, pues lo que sucedió a partir del 17 de julio de 1936 (levantamiento en las plazas africanas) tenía un largo prólogo, en el que hubo culpables responsabilidades y víctimas con tantos derechos de reparo como las que luego se produjeron. Por abreviar, solo haré dos consideraciones más. Una sobre la manera en que la ley se refiere a ciertos grupos llamándoles democráticos o defensores de la democracia, que evidentemente afecta a la objetividad con debe ser tratada la historia en el periodo considerado y en fechas bastante anteriores, porque muchos de esos grupos o asociaciones tenían ideologías completamente antidemocráticas, las que luego triunfaron en los países con “democracia popular” y “dictadura del proletariado”. Y otra sobre el Artículo 15.1 que señala: «Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas». Artículo al que nada objetaría si no estuviera clara y exclusivamente dirigido a uno de los contendientes enfrentados en aquella contienda y antes de ella, pues el callejero y los monumentos de muchas ciudades y pueblos son demostrativos de la tendenciosidad de esa ley, ya que en muchos de esos lugares no han cambiado nombre de calles o estadios, ni quitado estatuas o bustos de todos aquellos que cometieron actos violentos, incitaron a levantamientos revolucionarios violentos, a la guerra civil o al asesinato. Solo recordaré que el Estadio Olímpico de Barcelona, en la montaña de Montjuic, lleva el nombre de Lluis Companys, oscuro personaje que protagonizó, antes y sobre todo después de su acceso a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, un negro capítulo de la historia de esa región, plagado de intrigas (véase «El complot nacionalista» de  Enric Ucelay da Cal), violencia, y fusilamientos por ideas políticas o religiosas. 
Esa ley se debería haber llamado Ley de la Memoria, a secas, y que cada cual le coloque detrás el nombre del grupo o grupos a los que cree que pertenece esa memoria.

RESPETEMOS TODAS LAS MEMORIAS                   
         PERO SOBRETODO 
   
RESPETEMOS LA HISTORIA


LUIS BAILE ROY

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