EL MONSTRUO DE LA DEUDA PÚBLICA
En el mes de abril de este año la deuda pública ascendía a 1.389.302 millones, suponiendo el 124,84% del PIB y situaba la deuda per cápita en 29.314€, es decir cada español debemos este año 3.212€ más que el año pasado. Estos datos nos colocan en máximos históricos desde 1898 (123,6% del PIB), año en el que España asume la deuda de Cuba en los acuerdos de paz de París. (Gráfico 1)
GRÁFICO 1
Fuente: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2018/06/08/midinero/1528459253_842157.html
Nos queda la esperanza de que, de la misma manera que el desastroso 1898 nos trajo una prolífica generación de intelectuales de altura, este año, en el que el doctor en economía, don Pedro Sanchez, inaugura su “nueva normalidad” con una deuda de ese calibre, sea el inicio de una generación de españoles sobresalientes.
EL PERTINAZ DÉFICIT PÚBLICO
Aunque no soy economista, qué más quisiera yo, me da la sensación de que, entre otras causas, el déficit público ha intervenido de manera decisiva en el excesivo incremento de la deuda pública. Vean sino el gráfico 2, del que se puede deducir que España, en abril de 2021, era el país con mayor déficit público entre los 20 países europeos que aparecen en el gráfico del Fondo Monetario Internacional (FMI). Es decir que, entre todas las administraciones públicas existentes en nuestra nación, se habían logrado gastar 9 puntos por encima de lo ingresado, que no es poco si atendemos a la carga fiscal que soportamos los españoles y que anda por la media de los países europeos, vamos que no somos de los que menos impuestos pagan, ni mucho menos.
Por no remontarnos a Viriato, desde el año 1964 resulta que en 2021 hemos tenido el mayor déficit de esta serie histórica, incluido el sufrido a consecuencia de la crisis del 2008 (Gráfico 3). Pero el doctor en economía lo piensa compensar, en parte, con la aportación económica de la UE para la recuperación tras la crisis del COVID 19, ojalá sea así.
GRÁFICO 2
GRÁFICO 3
Fuente: Asociación Libre de Economía, agosto 26, 2021
No es casual que, desde 1976, nuestro país haya abandonado la sana costumbre de mantenerse muy cercano al 0% de déficit público, que estuvo oscilando entre el -1 y el +0,5 desde 1964. En 1976 pero, sobre todo, desde 1982 se abrió la veda del gasto público y se entró en una dinámica suicida de descontrol del gasto que no paró hasta 1998. Después un corto periodo de ajuste presupuestario y de crecimiento económico mal cimentado, que no duró más a allá del 2008, llegó la explosión de la burbuja inmobiliaria que fue incentivada por unos gobernantes que debían de haber sido más prudentes y previsores. El parón de la construcción y el inmerecido rescate de unos bancos que, abducidos por unas mal intencionadas promesas políticas, se habían lanzado a por unos dividendos fáciles, nos condujo a una durísima crisis que duró hasta 2012, iniciándose entonces una costosa recuperación. Pero cuando, en el año 2018 parecía que levantábamos algo la cabeza, aunque con una deuda pública todavía intratable, surge el “fenómeno Sanchez” en el que concurren dos circunstancias letales, un gobierno de coalición entre socialistas y comunistas (los reyes del gasto público) y, poco después una pandemia, más o menos exagerada por ciertos intereses económicos y políticos. Ambas circunstancias nos llevan a la peor situación económica desde 1898, nada menos.
ESCASA EFIFIENCIA PRESUPUESTARIA. DEMASIADA CORRUPCIÓN
Desde luego nadie podrá decir que el déficit que se ha estado manejando todos estos años, desde 1982, es debido a un siempre menguado presupuesto de Defensa, tan exiguo que ya está destapando nuestras vergüenzas ante ansiosos vecinos, siempre atentos a nuestras debilidades. Pero tampoco se puede achacar a un presupuesto de educación que, junto a unas malas leyes, logra mantener a nuestras instituciones educativas entre las peor calificadas en los informes Pisa y los de la OCDE. No digamos nada de la miseria que vienen dedicando nuestros presupuestos a la investigación, o las viviendas para los jóvenes. Podría seguir con el repaso de otras partidas del presupuesto del Estado, pero no vale la pena porque, en el fondo, ya sabemos todos que el dinero disponible no se emplea de la manera más socialmente adecuada, ni de la forma más eficiente. Todos sabemos que hay ingentes cantidades de dinero que se pierden entre las grietas de los cinco niveles de administraciones públicas (ayuntamientos, comarcas o veguerías, diputaciones, autonomías y Estado) que, más que gobernarnos, nos agobian. A nadie se le escapa ya que se destina demasiado dinero a subvenciones totalmente injustificables destinadas a sindicatos obsoletos, patronales y a asociaciones y fundaciones de diverso pelaje que poco o nada aportan, aparte de ser nichos de voto cautivo y que deberían financiarse con las aportaciones de sus afiliados. Nadie entiende que el Estado este financiando generosamente a unos partidos políticos que se gastan alegremente el dinero en postureo, en imagen y en mantener bien lustrosos a personajes de lengua montaraz pero con poco valor intelectual. Y con todo lo grave que es eso, no es nada comparado con el nivel de corrupción que para España se cifraba en unos 90.000 millones de euros, según un informe, del año 2018, del grupo de los Verdes/Alianza Libre Europea del Parlamento Europeo, elaborado con datos de la Comisión Europea y de la Oficina Estadística Comunitaria (EUROSTAT), y que para el conjunto de la UE suponía 908.000 euros perdidos en prácticas corruptas. Para nuestra nación la cifra indicada equivale al 8% del PIB del año 2020 y al 19% del Presupuesto General del Estado del 2018, que se prorrogó por tres años consecutivos. Imaginen lo que podría mejorar este país con un presupuesto 19% más amplio, en manos de unos políticos preparados, honrados y con espíritu de servicio a todos los españoles. El problema es que ni siquiera se plantean luchar seriamente contra la corrupción, quizás porque en esas aguas densas y turbias se mantienen a flote con menos esfuerzo y más beneficio.
Para mí, que soy persona sencilla y de palabra escasa y transparente, las conclusiones son las siguientes:
“si no saben para que se meten”
“si no saben y, a pesar de todo, se meten a medrar, hay gato encerrado”
“si saben algo y los resultados son tan malos, quiere decir que se lo llevan crudo o lo pierden por el camino y, en ambos casos, hay que echarlos y/o encarcelarlos”.
Pongámonos entonces a la labor de, al menos, echarlos.
Zaragoza, 5 de septiembre 2021
LUIS BAILE ROY
1 comentario en “DEUDA, DÉFICIT Y CORRUPCIÓN”
Parece que el principio de Peter : " En un sistema jerárquico toda persona asciende hasta que llega a su nivel de incompetencia" no sirve para la clase política, al contrario ,quizás sea la excepción que confirma la regla. Se les puede aplicar el siguiente corolario:
" Con el tiempo, todo puesto tiende a ser ocupado por un empleado que es incompetente para desempeñar sus obligaciones." En la política es corriente y además superado.