7 de julio de 2025 15:20

Blog sobre demografía y política

 «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los  remedios equivocados.»  Groucho Marx

¡ESTATE QUIETO! ¡NO SALGAS A LA CALLE!

¿Qué encontrarás en este artículo?

Además de aguantar la continua amenaza de un nuevo confinamiento, nos bombardean con la consigna del ¡estate quieto! Ya está bien de aplicar el viejo truco del miedo y de trasladar la mayor parte de la responsabilidad al gobernado. ¡Estate quieto! ¡hombre ya! Eso es lo que, insistentemente, nos vienen a decir en todos los repetitivos informativos de las televisiones. Es con lo que terminan sus crónicas los jóvenes reporteros que nos intentan transmitir sus temores al contemplar las gélidas imágenes que envían a nuestro aparato de televisión. Conectas la radio, pruebas en algunas frecuencias y en todas, menos en las de música, la misma consigna: ¡Estate quieto! No salgas a la calle.

Todos conocemos las posibles consecuencias de un resbalón, sabemos que se puede acabar en el hospital y que con ello estamos contribuyendo a la saturación del sistema sanitario, incluso de otros servicios de emergencias. Pero de ahí a llamarnos irresponsables por hacer una pequeña batalla de bolas de nieve hay una distancia que algunos recorren con poca gracia y mucha demagogia.

Sería mejor y más conveniente que nuestros gobernantes cambiaran la manipulación propagandística por campañas para la divulgación de cuantos medios, procedimientos y actitudes han de tenerse en cuenta en casos como el de “Filomena”. Porque siempre es mejor instruir para poder actuar con confianza, que meter miedo para inhibir, o directamente prohibir. Nuestros dirigentes no pueden renunciar a la divulgación de los conocimientos a los que la población debe tener acceso, para hacer frente a situaciones como la vivida estos días con cierta seguridad y eficacia. No es de recibo que en España no se recomiende con insistencia el uso de los neumáticos de invierno, cuando es aconsejable utilizarlos con temperaturas inferiores a 7º C. Como no es lógico que a nadie le preocupe que poca gente cuente con cadenas de nieve para su vehículo (alternativa económica a los neumáticos de invierno) y que, si las tiene, no las sepa colocar. Siempre es mejor instruir a la gente para que sepan cómo deben equiparse y que precauciones han de tomar para soportar los imprevistos que les puedan sorprender en estas condiciones climatológicas.

Pero, si nos llaman irresponsables por tirar una bolas de nieve, que nos llamarían si moviéramos el coche para acercarnos a un parque, o a las afueras, con la idea de disfrutar del paisaje nevado y pasear al aire libre. ¡Ojo! Entonces ya no solo estamos hablando de irresponsabilidad, eso ya se sale de la nueva normalidad. Has pronunciado las palabras: afueras, disfrutar y aire libre. Las “afueras” significa que te vas más allá de los confines urbanos de los que no deberías salir porque, si no estás confinado, la nieve, te puede dar algún problema y tendrás que acudir a los saturados servicios de emergencias. El pretender “disfrutar” en esta situación se puede considerar insolidario. Y el desplazarte en coche para disfrutar del “aire libre” es algo absolutamente innecesario, además de provocador, porque aire libre también lo tienes aquí, dentro de los límites marcados, lo puedes respirar abriendo la ventana o saliendo al balcón con cuidado de no resbalar. Nadie se va a detener en considerar si tu coche cuenta con las medidas necesarias para moverse por nieve y hielo con seguridad. Lo relevante es que te vas a salir del esquema y, cuando menos, te van a mirar con recelo y te van a llamar: ¡irresponsable!

Es cierto que hay gente que tiene poca idea de las precauciones que hay que tomar ante circunstancias como las provocadas por la tormenta “Filomena”. Como fue un hecho que los grandes atascos que produjo la nieve en la A-6, en los meses de enero de los años 2017 y 2018, se produjeron como consecuencia de que una mayoría de la gente, que tenía que volver para trabajar después de unos días de puente, hizo caso omiso a las reiteradas advertencias y, sin considerar posibles alternativas, se lanzó a la carretera de siempre sin la más mínima preparación para afrontar una nevada de cierto calibre. Es evidente que esta “Filomena” nos ha dejado un grueso manto blanco, como no lo veíamos desde hace mucho tiempo, y que se nos había advertido desde hacía bastantes días. Y es cierto que, a pesar de todo, algunos ciudadanos han salido a la carretera, a las calles o la montaña, sin la equipación debida del vehículo y sin protegerse adecuadamente de las inclemencias de una borrasca de este calibre. Pero no solo esos ciudadanos siguen haciendo gala de la falta de preparación y previsión. Las diferentes autoridades de los diversos niveles de la administración también deberían hacer una exhaustiva sesión de “lecciones aprendidas”. A ver si la siguiente les coge ya de vuelta de la “luna de Valencia” y se van enterando.

Esto de la “Filomena” ha sido algo fuera de lo normal, pero tampoco ha sido para tanto. En los años 1996, 2004, 2008, 2010, 2011, 2017 y 2018, por no remontarme más atrás, también hubo precipitaciones de nieve importantes. En todas ellas se supo de episodios de atascos, puertos de montaña cerrados, vehículos aislados, rescates, etc. Y en todas se pudo observar, en mayor o menor medida, imprevisión y falta de preparación, si no de ausencia de conocimiento o sentido común.

Ahora “Filomena nos ha sorprendido porque, además, ha extendido su manto blanco a las grandes ciudades de manera copiosa. En anteriores ocasiones las nevadas fuertes se quedaban a las puertas de las grandes urbes. Recordamos pocas veces en las que una nevada ha hecho temblar a las grandes ciudades. Algunos no recuerdan episodios como los que ha provocado “Filomena” desde 1960, año en que la nieve cuajó y se acumuló hasta en las grandes ciudades costeras. Esto es lógico, puesto que la estructura urbanística de nuestras ciudades hace de ellas, para lo bueno y para lo malo, una especie de isla de calor, que solo se deja cubrir de blanco ante borrascas acompañadas de temperaturas inusualmente bajas. 

Casi todos los años, aunque reconozco que últimamente menos, en muchos pueblos y pequeñas ciudades de nuestra geografía caen cantidades de nieve nada despreciables. En ellos, así como en las carreteras de acceso y en los caminos y pistas que llevan a los campos y montes que los circundan, la nieve produce trastornos casi todos los años. Pero casi nunca la situación llega a ser tan noticiada, quizá porque las nevadas fueran menos abundantes, o porque en los pueblos se las arreglan mejor sin grandes aspavientos, o porque no se llegan saturar los medios necesarios para restablecer las comunicaciones y facilitar los movimientos. La gente del mundo rural, de la llamada España vacía,  se suele enfrentar a estas situaciones de una manera muy diferente, quizá porque conocen de primera mano los efectos de la fuerzas de la naturaleza y, desde siempre, han sabido sacarse solos las castañas del fuego, con mucha solidaridad y más ingenio.

Ávila

Las provincias de Teruel, Cuenca, Ávila, León, Burgos, Álava, Huesca y unas cuantas más sufren, o disfrutan, según como se mire, casi todos los años, nevadas de cierta consideración en algunos de sus pueblos, e incluso en su capital y no se les cae el mundo encima. Puede ser porque, además de la previsión y preparación que deberían estar siempre presentes, cuentan con una actitud que les permite afrontar las dificultades e incomodidades inherentes a estos fenómenos meteorológicos de una manera más positiva.

No sé qué caminos tomará el tan traído y llevado cambio climático, pero cabe suponer que fenómenos similares a “Filomena” puedan repetirse con una cierta frecuencia. No sería mucho pedir, por lo tanto, que las administraciones, todas en general, pero en especial las responsables de las grandes ciudades hicieran alguna inversión para poder mantener un nivel óptimo de movilidad, seguridad y funcionamiento del transporte público, mediante un parque de maquinaria bien dimensionado y equipado, depósitos de sal y ruedas de invierno para los vehículos de transporte público y servicios de emergencias, incluidos los vehículos de las funerarias que en esta ocasión han quedado paralizados en bastantes lugares. De la misma manera, las administraciones estatal y autonómicas deben redimensionar los medios de que disponen para mantener en uso la red de carreteras y de ferrocarril. Me ha sorprendido, por ejemplo, ver paralizada la circulación ferroviaria, cuando en otros países he visto maquinaria que deja expeditas vías cubiertas por copiosas nevadas. Es cuestión de ponerse a trabajar con ganas, iniciativa y, sobre todo, con más vocación de servicio público que de apariencia cosmética.

Pero claro, esas cualidades son escasas en muchas de las autoridades que dicen gobernarnos. Porque si las tuvieran, en el grado que se supone que debería tenerlas un servidor público, hubieran utilizado el método de cribados masivos y periódicos, mediante pruebas PCR y/o antígenos, con el fin de localizar contagiados por COVID 19, asintomáticos o no, para proceder a su confinamiento específico y controlado mediante medios tecnológicos. No pueden poner como excusa, para no utilizar en estos casos las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, los derechos a la intimidad, privacidad de datos personales y localización. Ante situaciones de este tipo hay procedimientos legales para suspender temporal y específicamente esos derechos, como lo han hecho en países en los que el control de los contagios ha resultado más exitoso. De esa manera, posiblemente, nos podríamos evitar los confinamientos indiscriminados a los que nos someten con una frivolidad asombrosa. Lo curioso de toda esta situación es que, según los informativos “teledirigidos”, el personal “aleatoriamente” entrevistado por la calle está tan contento con el método del confinamiento, incluso con el domiciliario. Así que, entre la consigna de ¡estate quieto! que nieva mucho, y el confinamiento a diestro y siniestro, nos tienen en un PUÑO. Espero que no lo utilicen para nada más y esta pesadilla Orwelliana pase pronto.


LUIS BAILE ROY

 

 

 

 

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