He pasado el fin de año y los primeros días de 2022 en Barcelona, en familia. Estábamos casi todos, mi madre, de 96 años, mi mujer, mi hermana, mis hijos, los sobrinos y mi guapísima nieta. El penúltimo día incluso tuve la suerte de volver a ver a mi primo Javier, a su mujer y a uno de sus hijos. No pude ver a todos, pero es lógico con los tiempos que corren. Otra vez será. Pero no hay que desperdiciar ocasión que el tiempo vuela.
Después de disfrutar de la familia, la última mañana que íbamos a pasar en Barcelona en esta ocasión, quedé en la Rambla de Cataluña para tomar un café y charlar con unos amigos de la juventud. Tenía muchas ganas de volver a verlos. No sé por qué extrañas razones hemos tardado tanto tiempo en volver a vernos. Serán las prisas que, estúpidamente, hemos padecido, las obligaciones laborales y familiares o la dispersión geográfica, el caso es que nos distanciamos imperdonablemente. No pienso permitir que me siga sucediendo, el tiempo vuela.
Esta vez me he reunido con cuatro, los cuatro son hermanos. Eran más, pero estos eran los más cercanos. Su familia no era numerosa, eran multitud y, como en casi todas esas familias, se respiraba un ambiente diferente. Todos echaban una mano para todo, incluso para mantener un alegre bullicio en casa. Además, se respiraba un ambiente cultural y de estudio extraordinario, que no impedía una corriente de alegría casi permanente. Ese es mi recuerdo del hogar de mis amigos.
Vivíamos en la Barcelona de otros tiempos. Solo hace algo más de 50 años. Disfrutábamos del que mi padre llamaba “el barrio de las latas”, donde se encontraba lo mejor de la ciudad: el mercado mayorista de pescado, las cuadras del escuadrón de caballería de la Guardia Urbana, un cuartel y almacenes de Intendencia, la perrera municipal, un hospital que creo recordar que era psiquiátrico, un gran asilo de ancianos regentado por monjitas al que, alguna vez, en Navidad, fuimos a cantar villancicos y la tapia posterior del ZOO, donde rugían los leones sin parar delante del asilo. También había algunas naves de empresas de transporte, un fábrica de chiclé de la que nos surtíamos furtivamente y unos cuantos talleres destartalados, además de unas buenas explanadas para jugar a futbol y tirarnos piedras. Por sus calles pasaban pocos coches, de hecho nos podíamos permitir el lujo de jugar a hockey sobre patines o a tenis en plena calzada, solo había que retirar de vez en cuando las cajas de pescado que servían de portería o formaban la red de la cancha de tenis. No era el Real Club de Tenis de Pedralbes, pero nos hacía el apaño.
Bogatell |
Buenos y difíciles tiempos aquellos. Ya han pasado cincuenta años. Barcelona en este tiempo ha pasado por muchas fases, en la mayoría de ellas ha mantenido un carácter abierto, integrador, alegre, de progreso, culturalmente vivo y atrayente. He disfrutado mucho de esta ciudad cuando viví en ella hasta el año 1972 y luego, cuando he venido a ver a la familia. La he disfrutado hasta que las consecuencias de la “hoja de ruta” del iluminado y saquedor Pujol la han ido convirtiendo en la triste sombra de lo que llegó a ser. En Barcelona, como en toda Cataluña, el nacionalismo más ranciamente identitario, siguiendo ciegamente esa hoja de ruta, ha impregnado a todas las instituciones, en una operación en la que han colaborado de manera activa la gran mayoría de medios de comunicación, sean separatistas o de la izquierda confundida, todos ellos debidamente hipersubvencionados. Barcelona, en concreto, ha perdido gracia y frescura, es más aburrida que nunca y menos tolerante. No es broma si, en cualquier bar o en el autobús, haces comentarios no acordes a la corriente oficial u oficiosa, siempre hay alguien que te mira de reojo, no sabes a ciencia cierta si bien o mal, ya que pocos se expresan abiertamente.
Barcelona y Cataluña en general no es, ni de cerca, lo que podría ser en estos momentos. Con el tiempo, cuando se escriba una historia desapasionada de nuestros días, muchos de los que hoy contemporizan e incluso se arriman a los separatistas, se darán cuenta de que el mayor culpable de lo que está sucediendo en Cataluña y de lo que está por suceder, es el nacionalismo identitario, racista hasta la médula, aunque lo intenten disimular con alguna que otra diputada con velo. Pero también será señalada toda esa parte de la sociedad civil que, por su posición económica, o por su talla intelectual y cultural, la élite en definitiva, debían de haber opuesto firme resistencia a este despropósito antidemocrático, con el que unos cuantos pretenden forrarse a costa de jugar con los sentimientos de muchos incautos. Y, por supuesto, serán culpabilizados todos los partidos políticos que, habiendo gobernado o no, se han dejado abducir por esa gente de tan bajos ideales y tan contrarios a la satisfacción de las verdaderas necesidades del pueblo.
Rambla de Cataluña |
Pero, a pesar de todo, el café de esta mañana con mis amigos, en la Rambla de Cataluña, ha sido como una bocanada de aire fresco. Ellos son gente inteligente, preparada, reflexiva y sobre todo generosa. Piensan y lo hacen libremente, no han sido contaminados por las corrosivas ideas identitarias, ni se han dejado llevar por esa demostradamente inútil corriente apaciguadora, o de falsa tolerancia, tan de moda en casi todo el espectro político. Ellos han demostrado con hechos, cada uno dentro de sus posibilidades y responsabilidades, que se puede plantar cara con la ley en la mano a esa corriente impuesta por la “hoja de ruta” separatista, sin aspavientos, con inteligencia, con la palabra y con la pluma. Por eso hoy me he ido de Barcelona con otro aire, ellos han sido una bocanada de aire fresco. Gracias, hay esperanza.
Zaragoza, 9 de enero 2022
LUIS BAILE ROY
1 comentario en “PRIMEROS DE AÑO, UNA BOCANADA DE AIRE FRESCO”
Felicidades Luis por tu estancia en Barcelona y por tu madre con 96 años, la mía, también vive y va a cumplir 99, una generación resiliente como ninguna.
Buenos tiempos los que citas. Yo también los recuerdo gratamente.! Cuánto ha cambiado la sociedad! Por eso , como bien dices, hay que aprovechar el tiempo que vuela y no vuelve.
En cuanto a la situación actual de Cataluña, así es y así está pero como bien dices hay esperanza. Quién resiste gana y por ahora somos más los que queremos seguir perteneciendo a España que los que no. Y espero como en el País Vasco que cada vez sean menos los que optan por la separación, de hecho, las encuestas , incluso las oficiales de la Generalitat, así lo reflejan.
Un fuerte abrazo