7 de julio de 2025 14:27

Blog sobre demografía y política

 «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los  remedios equivocados.»  Groucho Marx

¿POR QUÉ NO SALIMOS DE LA SITUACIÓN DE PARO ESTRUCTURAL?

¿Qué encontrarás en este artículo?

ESTADO DE LA CUESTIÓN

Eterno problema éste, que nos persigue a través de los tiempos, con unos y otros gobiernos. ¿Por qué ha fondeado en España y no leva el ancla? ¿Qué hicimos mal? ¿Qué estamos haciendo mal?

Podríamos empezar por recordar esa reconversión industrial (léase desindustrialización) que se produjo en España allá por los años 80, inducida por una Europa que nos esperaba con los brazos abiertos, pero bien “magros”. En paralelo a la desindustrialización, se fueron vendiendo al capital internacional buena parte de las empresas que conformaban los sectores más rentables, eso sí, una vez saneados con dinero público, Nuestros altos hornos, nuestra construcción naval tan valorada en todo el mundo, la SEAT, la Pegaso, ENSIDESA, etc., muchas cerraron, otras fueron a parar a manos extranjeras para, posteriormente, bajar la persiana o reducir drásticamente sus plantillas. El hecho es que en el año 1975 la industria representaba el 30 % del PIB español, mientras en 2023 solo llegaba al 15,3 %, cuando la UE recomienda a sus países miembros mantener la aportación del segundo sector en un 20 %, al menos. Esto es un hecho contundente al que han colaborado todos los gobiernos desde los 80. No hace mucho, en 2015,  Pedro Sánchez hizo campaña electoral hablando de recuperar “una España industrial que exporte bienes y servicios, y no inteligencia y trabajadores”, al contrario de lo que hicieron sus antecesores en el partido socialista durante los años 80 y 90. Pro como casi todo lo de PS, ahí quedó todo, en palabras huecas.

En fin, aquello ya pasó, nos tocó bailar con la más fea y ahora deberíamos cambiar de pareja, pero el persistente problema del paro sigue aquí, como consecuencia de unos factores estructurales cuya corrección requiere mucha voluntad, sacrificio y trabajo. Algunos de estos factores, quizás los de más difícil resolución son: un modelo productivo mayoritariamente constituido por actividades de bajo valor añadido, el tamaño de la gran mayoría de las empresas, la forma de organización empresarial y los desequilibrios demográficos.  

La realidad, aunque parezca mejorar debido al dopaje del excesivo empleo público, es que seguimos con una alta tasa de paro estructural, definido como “un porcentaje del nivel de paro de un país o sociedad que se mantiene constante a lo largo del tiempo y que no puede hacerse desaparecer con medidas coyunturales de promoción del empleo”, o también: “tasa de paro no aceleradora de los salarios”. Con una cifra próxima al 12 %, doblamos a la media de la UE. Algo se ha mejorado, es cierto, aunque en parte sea a base de dopaje, hemos bajado la tasa más de cuatro puntos porcentuales desde 2014, pero siegue siendo una situación que en otras latitudes sería inadmisible; no me imagino a muchos de nuestros vecinos europeos en una situación similar sin salir a la calle a presionar al gobierno de turno, sin embargo, aquí lo asumimos mansamente. ¿Qué nos está pasando?

La relativa mejora de la tasa de paro estructural a la que me he referido, según algunos analistas económicos, ha sido debida a la reforma laboral de 2012, al conceder la posibilidad de una mayor flexibilidad de los contratos en las empresas, posibilitando la adaptación temporal del empleo en caso de una disminución en la demanda de los productos de las empresas. Después, en el año 2022, la más reciente reforma laboral ha permitido reducir la alta tasa de temporalidad del mercado laboral y ampliar a la vez la flexibilidad de la contratación indefinida, mediante el uso del invento de la Yoli: los contratos fijos discontinuos, que do­­tan de mayor estabilidad laboral a los trabajadores, aunque sus periodos de actividad se vean interrumpidos y sus remuneraciones sustituidas por la prestación por desempleo pero, eso sí, ya no figuran como parados. ¡Todo un éxito!

A pesar de esa mejora, mantenemos un importante diferencial respecto a la UE, una disparidad que parece estar asumida, y no me extraña, porque llevamos cerca de cuarenta y cinco años arrastrándola. Pero, no por ello debemos conformarnos, hay que hacer todo lo posible para dar con la clave para revertir la situación, porque una alta tasa de paro estructural supone la infrautilización de la capacidad productiva de la economía y la condena al desempleo a una gran parte de la sociedad. Además, tenemos una responsabilidad mayor, si cabe, si consideramos la tasa de paro juvenil que está aquejando nuestra sociedad, que no deja volar a su gusto nuestra juventud y que le impide la aventura de iniciar su propio proyecto de vida con alguna esperanza y una mínima garantía. Ya se puede decir que son la primera generación que van a vivir peor que sus padres, no hagamos que ni siquiera puedan intentar tener su propia vida, que pierdan la ilusión por el estudio, el esfuerzo, el trabajo, por hacer hogar, por vivir y crear. En ellos está la continuidad de nuestra sociedad, con sus virtudes y sus defectos, con sus valores y su historia pero, para que se interesen por todo ello, tendrán que sentirse seguros y apoyados en la sociedad que les vayamos a legar.

LAS TEORÍAS DE SIEMPRE

Según Adam Smith y sus seguidores, los economistas clásicos, defensores acérrimos del mercado libre y de la capacidad de autorregulación de éste, el pleno empleo estaría asegurado en una sociedad con esas características de capitalismo puro y duro. Sin embargo, el marxismo en sus diferentes variantes afirma que el paro estructural es algo consustancial al capitalismo, que lo utiliza para mantener a los trabajadores en unas condiciones laborables abusivas. A mitad de camino, el muy seguido Keynes, que criticaba la excesiva rigidez del mercado y propuso algunas correcciones ante los errores del mismo, afirmaba que el paro era consecuencia de esas rigideces, tanto las del mercado como las empresas, así como de los errores contenidos en la legislación de los Estados.

Lo que, a lo largo de la historia, creo que ha quedado demostrado es que en los sistemas  capitalistas jamás se ha logrado el pleno empleo y tampoco en los que han aplicado políticas keynesianas. Solo se han acercado los regímenes comunistas, aunque las remuneraciones, las condiciones laborables y las de vida en general, no se puede decir que se aproximaran al ideal soñado por cualquier trabajador.

EL DIAGNÓSTICO «MACRO»

Pero no se trata de elegir, tiene que haber soluciones innovadoras que permitan sortear, o moldear, esos tres esquemas tradicionales para salir de la continua alta tasa de paro. Algunos economistas lo han intentado acudiendo a soluciones que calificaría como “macro”: mejorando el mercado laboral en tres aspectos: incrementando la demanda y la oferta de empleo y mejorando el encaje de ambas.

La demanda de las empresas aumentaría en un situación de mayor crecimiento económico lo que, en la actualidad, supone una serie de políticas dirigidas a lograr una mayor competencia en los mercados de bienes y servicios, en los mercados de las tecnologías de las comunicaciones y de la información (TIC,s), sin olvidar la necesaria y ya comentada reindustrialización. Por supuesto, acompañando a estas políticas es imprescindible un alto nivel de calidad institucional, de eficiencia administrativa y de seguridad jurídica.

En cuanto a la oferta de empleo disponible, aumentará si, por un lado se incrementan los incentivos para los desempleados, pero también para los trabajadores y, por otro se aplican políticas adecuadas para mejorar la formación y empleabilidad del conjunto de los trabajadores, incluidos la que están desempleados en un momento dado. Para este último grupo, los receptores de subsidio de desempleo, es importantísimo el acompañamiento para mejorar su capacitación y ayudarles a buscar y aceptar empleos.

En España se da un fenómeno curioso al menos, sino extraño, y consiste en que, a la vez que hay puestos de trabajo que no se cubren, la tasa de paro permanece alta. Esta es una circunstancia que delata un falta de ajuste entre la demanda y la oferta en el mercado de trabajo y que redunda en una pérdida de la capacidad productiva de la Nación. Este problema, en nuestro caso, ya es transversal pues afecta a los diferentes puestos de trabajo, sean más o menos especializados. Las causas son muy variadas, pudiendo ser debidas a una falta de cualificación, a un insuficiente incentivo económico, a problemas de movilidad geográfica, a barreras culturales como, por ejemplo, el idioma e incluso por insuficiente información sobre las ofertas de empleo.

En mejorar ese encaje entre oferta de demanda debería tener un papel muy importante el Estado. Yo diría que de mayor enjundia que el consabido incremento de empleo público, tan utilizado para hacer clientelismo político. Antes que sumar más trabajadores al saturado sector público, el estado debería aportar las condiciones para lograr el encaje entre la oferta y la demanda del mercado de trabajo y, para ello, un camino es potenciar las políticas activas de empleo, que se ocupen del acompañamiento del parado en la búsqueda y aceptación de empleo, así como en la formación y actualización de las capacidades demandadas por el mercado laboral. La realidad es que estas políticas activas, hoy por hoy, son escasas e ineficaces, pues la cantidad de desempleados que consiguen una ocupación mediante la intermediación de los servicios públicos de empleo, transferidos a las CCAA, excepto en el caso de Ceuta y Melilla, es mínima. Por poner dos ejemplos, los servicios públicos de empleo solo realizaron el3,22 % de las colocaciones de menores de 30 años que lo solicitaron en 2022 y, en el caso de solicitantes de empleo de todas las edades, esos servicios oficiales solo canalizaron el 4,51% de las colocaciones en 2023.

Es muy necesario, por lo tanto mejorar esas políticas activas, incluso personalizando el apoyo a los demandantes de empleo, a la vez que las prestaciones deberían condicionarse de alguna manera más contundente a la aceptación de las ocupaciones ofertadas en esas condiciones y a la asistencia a los cursos de formación y actualización de capacidades.

Otro problema que afecta también al adecuado ajuste entre oferta y demanda es el de la sobrecualificación. Un asunto que en España se da con mayor incidencia que en el resto de Europa, donde la proporción de titulaciones de Formación Profesional y Universidad están más equilibradas y ajustadas a la realidad del mercado laboral y la FP dual es más habitual que por estas tierras. Este, junto a los escasos salarios de los que ya hablé en otra ocasión, es un defecto de nuestro sistema educativo y mercado laboral que afecta muy seriamente a muchos de nuestros jóvenes, cuando acceden a sus primeras ocupaciones, produciéndoles frustración .

OTRAS CONSIDERACIONES A VALORAR

A parte de la visión “macro” de los defectos y soluciones del mercado laboral, hay otras consideraciones que son igualmente importantes, si no más. Una de esas valoraciones da gran importancia a la tasa de abandono escolar, que se encuentran entre las más altas de la Unión Europea (40 por ciento de los jóvenes entre 16 y 29 años) como causa del paro estructural. Otros estudios inciden en el modelo económico de nuestro país, basado en sectores cuyas actividades son de poco valor añadido y no ofrecen estabilidad en el empleo, como lo son la construcción y el turismo. Muchos expertos señalan, también, a la gran cantidad, quizás desproporcionada, cantidad de PYMES y autónomos sin trabajadores que hay en nuestra Nación, ese tejido  empresarial supone más del 99 % de las más de tres millones de empresas registradas, y la mayoría de esas pequeñas y medianas empresas suelen tener una menor productividad, unos beneficios más ajustados y una escasa inversión. Tampoco faltan los que inciden en el problema de la escasez de industrialización que padece España, de lo que ya he hablado más arriba, aunque no puedo dejar de señalar que la industria es el sector productivo que genera más y mejores empleos, mejor pagados, tiene una alta productividad y resiste mejor los ciclos económicos y las consiguientes crisis. Y, por supuesto, no faltan los que insisten en la falta de modernización de los modelos de organización empresarial, que se detecta en buena parte de ese tejido empresarial. Defecto que conduce, casi inexorablemente, al exceso de horas de trabajo en la jornada laboral y en horas extras no remuneradas, situación que redunda negativamente en el número de puestos de trabajo demandados por las empresas.

En definitiva, el paro es un gravísimo problema que España viene arrastrando desde hace demasiado tiempo. En 1978, el desempleo rondaba el 7,6 %, ahora casi el doble, algo habrán hecho mal nuestros representantes, alguna responsabilidad habrá que pedirles. O es que ya nos hemos acostumbrado a vivir con la insoportable losa de un paro descomunal y la lacra de una clase política que no vale porque no sirve a los españoles.

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Luis Baile Roy

1 comentario en “EL PARO, LA LACRA”

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