Salvo error u omisión desde principios del siglo XX hasta nuestros días se pueden contar 7 golpes de Estado en nuestra sacrificada patria.
Pasada la Restauración, con sus luces y sus sombras, y como remedio al desgastado de ese sistema político, aquejado además de una violencia terrorista en aumento, llegó la dictadura del general Primo de Rivera, que nació como un golpe desde dentro del sistema. Concebida como una solución pasajera, como los periodos dictatoriales que eran temporalmente impuestos, casi siempre con acierto, por el Senado de la vieja democracia ateniense, cambió su rumbo cuando intentó establecer un régimen político diferente.
Aquella dictadura tuvo en Ortega y Gasset uno de sus mayores detractores, tildándola de régimen de absoluta anormalidad. Para el filósofo fue una gran vileza propiciada por Alfonso XIII, por lo que cayendo la dictadura debía caer también la monarquía. Sin embargo Ortega reconoció que la dictadura de Primo de Rivera no había sido sangrienta, a lo que se podría añadir que durante su gobierno se logró un importantísimo crecimiento de la renta, grandes avances en las redes de comunicaciones, en la producción industrial y de energía eléctrica, se realizó una importante infraestructura de regadíos, se produjeron avances en sanidad, en alfabetización, se incrementó el número de universitarios en un 30 % y la mujer logró la elegibilidad para cargos públicos. Igualmente reseñable es el auge cultural que se vivió en aquella época, en la que coincidieron las generaciones del 14 y del 27. Otro punto a favor de aquel régimen fue la casi absoluta erradicación del terrorismo y el acabar con la sangrienta guerra del Rif. Incluso el sempiterno separatismo se mantuvo en una prudente hibernación, exceptuando a los almogávares del desnortado excoronel de Ingenieros Francesc Macià, que pretendieron la invasión de Cataluña desde territorio francés, hasta que la Gendarmería francesa decidió ponerlos a buen recaudo, cosa que lograron en un suspiro.
En 1930, después de la desautorización del estamento militar y del Rey, el dictador se exilió a París, dejando al monarca en manos del oportunismo de unos políticos que hasta hacía poco le habían sido fieles y de sus enemigos de siempre, los que en su día se opusieron a la Restauración. Alfonso XIII designó al general Berenguer como sucesor de Primo de Rivera, para realizar la transición de régimen y mientras políticos monárquicos como Alcalá-Zamora o Miguel Maura, junto a republicanos, socialistas y nacionalistas catalanes urdían en el denominado Pacto de San Sebastián un golpe militar para imponer una república. En ese contexto es en el que se produce la sublevación republicana de Jaca, encabezada por el capitán Galán y algunos oficiales más, rápidamente sofocada por el gobierno.
Los intentos de derrocar al Rey e instaurar la república no cesaron, la siguiente ocasión se presentó en las elecciones de municipales del 12 de abril de 1931. Los resultados de aquellos comicios fueron claramente favorables a las candidaturas monárquicas, excepto en la mayoría de las capitales de provincia. Ese momento fue aprovechado por los republicanos para tomar el poder y forzar al Rey a exiliarse, a lo que ayudó el posiblemente interesado consejo del conde de Romanones, por entonces miembro del Consejo de Ministros presidido por el Almirante Aznar. El 14 de abril se producía la proclamación de la II República, de forma irregular, sin ningún tipo de transición dirigida por las instituciones del Estado, vamos lo que viene siendo un golpe de Estado. La justificación esta vez fue el resultado de unas elecciones municipales que ni siquiera habían ganado los que dieron el golpe, izquierdistas y republicanos.
Fue transcurriendo el tiempo. El primer gobierno de la II República, durante los dos primeros años, estuvo en manos de la izquierda republicana y de los socialistas, dando de lado al partido republicano más votado, el Radical de Alejandro Lerroux y obteniendo un balance bastante negativo en muchos aspectos. En agosto de 1932, un general que había apoyado el advenimiento de la República, el general Sanjurjo, protagonizó un frustrado y mal preparado golpe de Estado que, apoyado por una insignificante parte de la derecha, pretendía poner orden ante los primeros problemas de orden público y la intranquilidad creada por algunas de las leyes que promulgaron las Cortes de mayoría izquierdista. No obstante los que más problemas dieron, muy por encima de la sanjurjada, fueron los anarquistas de la CNT/FAI.
El siguiente bienio, con un gobierno de derechas, no precisamente representativo si atendemos a los resultados de las urnas de las elecciones de noviembre de 1933, puesto que fue la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) la que más votos obtuvo y la que se quedó fuera del Consejo de Ministros hasta 1934. La izquierda que nunca había aceptado el resultado de las elecciones y que se situó en posiciones prerrevolucionarias, al igual que los separatistas catalanes, con la excusa de la entrada de la CEDA en el gobierno, inició un proceso insurreccional en Asturias y algunas otras partes del territorio nacional, que fue seguido por los separatistas catalanes con el presidente Companys a la cabeza y respaldado por los republicanos de izquierdas. Esa rebelión encabezada por el PSOE, unida a la dirigida por Companys con su declaración de independencia de Cataluña incluida, constituyeron el segundo golpe de Estado durante la II República. Pero esta vez fue un golpe cruento, costó nada menos que 1.400 muertos y muchos daños materiales.
El derechista Alcalá-Zamora presidente de la República, puede que por rivalidad política con Lerroux y Gil Robles o puede que por la amenaza de agitación revolucionaria de la izquierda y excediéndose en sus poderes cesó a los ministros de la CEDA y formó un gobierno sin apoyo parlamentario. Las consecuencias de esa irresponsable maniobra de un presidente de la rancia derecha fueron la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones.
La campaña electoral plagada de acusaciones, amenazas, violencia y exacerbación de odios acabó en las elecciones del 16 de febrero de 1936, de las que no se publicaron íntegramente los resultados de las votaciones. La Ley Electoral ofrecía una mecánica de adjudicación de los escaños compleja y se precisaba de tiempo para llevar a cabo el escrutinio, las segundas vueltas donde fuera necesario y la discusión de las Actas en el Parlamento. No obstante Portela Valladares, entonces Presidente del Gobierno, reconoció el 19 de febrero la victoria del Frente Popular[1], aunque parece ser que no habían obtenido el 50 % de los votos, pero la Ley Electoral era la que era, como ahora tenemos que soportar la muy cuestionable Ley Electoral actual.
Tras las elecciones la República se precipitó hacia una última fase plagada de desórdenes, asesinatos, algunos de ellos cometidos incluso por mano de personal subordinado al gobierno, incendios de centros religiosos e iglesias, numerosos registros en centros políticos, de prensa y de particulares, ocupaciones de fincas, terrorismo y organización de milicias armadas. Todo aquello acabó, como todo el mundo sabe y nos lo repiten machaconamente los medios de persuasión, en el golpe de Estado que inició el general Mola y posteriormente encabezó el general Franco, que comenzó el 17 de julio de 1936 y fracasó a los tres días por haber quedado en manos del gobierno republicano la mayor parte de la industria, los cuerpos de seguridad del Estado, la aviación militar, la armada y la mitad del ejército de tierra. Ese fracaso condujo a una fratricida guerra hasta el 1 abril de 1939, fecha en la que Franco declaró concluida oficialmente la guerra, tras haber derrotado a las fuerzas del gobierno del Frente Popular. Una derrota que algunos aún no han sabido asimilar pero que, les guste o no, se produjo, diga lo que diga la historia reescrita ahora por los que se arrogan el protagonismo de ser los perdedores, aunque ni se asomaran por aquellas trincheras.
No voy a entrar en quien fue o dejó de ser más o menos cruel o piadoso, o en si el golpe lo hubiera dado el amenazante y guerra civilista Largo Caballero unos meses después si Mola no se hubiera tirado a la piscina. En una guerra siempre se dan barbaridades y más en una guerra entre vecinos, familiares, compañeros, etc. Pero los que ahora quieren reanimar las ascuas ya casi extinguidas de aquella hoguera, deben tener en cuenta que las consecuencias de traicionar la reconciliación y el perdón que ya se había logrado caerán sobre su conciencia. Ninguno de estos fantoches vivieron aquella guerra, casi nadie conoció las dificultades de la posguerra y muy pocos vivieron el régimen del general Franco, ni la ahora tan denostada transición.
En febrero de 1981, exactamente el 23, ya en este periodo democrático, por llamarlo de alguna manera sin que sirva de precedente, se produjo un golpe de Estado, posiblemente confluencia de varios golpes, en alguno de los cuales parece ser que estaban involucrados políticos y miembros de varios partidos, incluido el PSOE, que nunca falta a este tipo de movidas con tal de sacar tajada.
Este, que yo sepa, fue el último golpe de Estado (conocido) en España desde principios del siglo XX. Sin embargo ahora los del PSOE y sus adláteres, reunidos en el denominado Frente Frankenstein, están acusando a la derecha, incluyendo a los liberales de Ciudadanos, de intentar un golpe de Estado utilizando a los miembros de una judicatura tildada de fascista y reaccionaria. A su vez la derecha y los de Ciudadanos, muy centrados ellos, acusan de lo mismo al gobierno del autócrata y a su partido y apoyos parlamentarios, por utilizar recursos no demasiado transparentes ni legítimos, para hacer modificaciones en algunas leyes que supondrían cambios radicales en el sistema político y un control de este y de su Poder Judicial, con la finalidad de perpetuarse en el poder.
¿Quién tiene la razón? Seguramente ninguna de las partes aunque, para mí, sí que es cierto que Sánchez tiene un ansia desmedida por el poder, una rara habilidad para mentir continuamente, muy poco respeto por las instituciones del Estado y muy poca vergüenza. Pero, sea como sea, todos ellos siguen a lo suyo, tirándose de los pelos como verduleros (con perdón de los verduleros) mientras nosotros, los ciudadanos, vemos cómo el sueldo medio del español se separa cada vez más del europeo, cómo los jóvenes tienen graves dificultades, no solo para encontrar trabajo, sino aun teniéndolo para plantearse formar una familia y conseguir una vivienda digna que no suponga el 50 % de su sueldo, cómo los autónomos españoles son los que tienen las cotizaciones más altas de la UE, en fin, cómo nos toman por el pito del sereno. Señores póngase a trabajar en lo que importa a los españoles, dejen de hacer leyes innecesarias e intragables, contrarias a la biología, dejen de utilizar a los animales para distraerse legislando estupideces antinaturales, distráiganse con un yoyo en un parque de Lavapiés, si lo encuentran. Porque sino cambian de actitud puede que haya que imitar los remedios de aquellos tiempos de democracia en Atenas.
Zaragoza, 18 de diciembre 2022
LUIS BAILE ROY
[1] Frente Popular: coalición de PSOE, Izquierda Republicana (IR), Unión Republicana (UR), Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Partido Comunista de España (PCE), Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), Partido Sindicalista y otros.