LA HEMIPLEJIA MORAL
Hace casi noventa años, un joven español pronunció esta frase:
«El ser derechista como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir«.
Era un joven intelectual que, aunque admiraba la obra de Ortega y Gasset, alguna vez tuvo con él respetuosos enfrentamientos, incluso hubo reproches, como aquel que el joven José Antonio le hizo al maestro por haber abandonado la vida parlamentaria, terminando sus palabras de queja con cierto tono cariñoso y optimista de esta manera:
“…Y en esta fecha de plata para don José Ortega y Gasset se le puede ofrecer el regalo de un vaticinio: antes de que se extinga su vida, que todos deseamos larga, y que por ser suya y larga tiene que ser fecunda, llegará un día en que al paso triunfal de esta generación, de la que fue lejano maestro, tenga que exclamar complacido: «¡Esto sí es!”
También Ortega, en el en el prólogo de versión francesa de su obra «La Revelión de las Masas«, hizo referencia a esa ilógica dicotomía de ideologías, escribiendo:
“Ser de la izquierda es como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”
Expresaba el filósofo con ella, de una manera más dura y si se quiere contundente, la misma idea que pretendió transmitir aquel joven discípulo: que las personas que se autodefinen y se sitúan en una de las dos posiciones políticas, encerradas en un hermético cerco ideológico, pierden perspectiva y la capacidad de pensar más allá de los límites impuestos por su ideología. De ahí la referencia a la hemiplejia, ese trastorno del cuerpo humano por el que se paraliza la mitad de este.
EL ATAQUE DE RISA DEL CANDIDATO
Estos días pasados tuve la prevención de no seguir el debate de investidura de Pedro Sánchez. Sin embargo, de alguna manera, me llegó un fragmento de ese circo en el que se veía al candidato a presidente del gobierno riendo a mandíbula batiente, desencajado y como estuviera sufriendo algún ataque de algo que le impidiera parar, estaba completamente encanado. Me llegué a preocupar, de verdad, pensé que le estaba dando una hemiplejia. Si llego a estar allí igual subo al estrado y, a modo de primeros auxilios, le suelto dos soberanos bofetones de carácter profiláctico, claro está. La situación parecía merecerlo, bueno y él también.
Cuando vi que se había calmado me tranquilicé, no nos íbamos a quedar sin parte del presidente, porque el otro medio ya estaba hemipléjico. ¡¡Uf!! Que agobio. Una vez recuperado el figurín volvió, con todo su cuerpo serrano y sus escasas luces, a iluminar al hemiciclo. Fue entonces cuando comprendí porqué se carcajeó de manera tan aparatosa. Lo que le produjo ese ataque de risa fue el hecho de descubrir que un español (Feijóo en este caso) renunciara a la posibilidad de ser presidente, pudiendo serlo. Claro dicho así fríamente puede parecer gracioso pero, si uno se para a pensar en cómo ha llegado a ser él presidente, la cosa cambia. Porque si un español, para llegar a ser presidente del gobierno, tiene que poner en riesgo la unidad de España, la igualdad entre los españoles y amnistiar a golpistas y delincuentes varios, es muy lógico que renuncie a ello. Y no estoy diciendo que Feijóo no intentara negociar con el PNV, que lo hizo, como lo han hecho todos sus predecesores; o con Junts x Cat, que no se si lo intentó, me da igual, pero a pesar de todo me da la sensación de que el líder del PP no tiene la hemiplejia moral tan avanzada como Sánchez.
Esa hemiplejia a la que hizo referencia Ortega y Gasset, de la que estoy seguro sufre Sánchez, le impidió en 2019 hacer un pacto de investidura y legislatura con Ciudadanos, se acuerdan, cuando llenó la calle Ferraz de miliitantes socialistas que gitaban: «Con RIvera no«. Ciudadanos un partido de raíz socialdemócrata y posteriormente de tendencia liberal, aunque más próxima al socioliberalismo de Rawls pudo en aquel momento ser una solución. Pero Sánchez prefirió entonces arrimarse a la extrema izquierda de Pablo Iglesias, cosa que había negado que haría por activa y por pasiva días antes y conformó un Frente Frankenstein de apoyo parlamentario, que bien caro nos ha salido a los sufridos contribuyentes. Mas tarde, en 2023 despreció un acuerdo de investidura y legislatura ofrecido por el PP, que le habría librado de postrarse ante los golpistas y demás ralea independentista, y le hubiera permitido ser presidente, porque los del PP son así. A veces, aunque solo sea a veces, anteponen el bien de España al suyo. Pero volvió a preferir a la extrema izquierda, esta vez la de su amiga Yolanda, y ahora además a delincuentes fugados, golpistas indultados, etarras disfrazados y la derecha más rancia y racista de Europa, encarnada por el PNV y Junts x Cat.
Pedro Sanchez sufre, diría que ya sufría antes del ataque de risa, de una hemiplejia moral grave, a las pruebas me remito. Pero, además, creo que tiene más discapacidades. Por una parte, parece que le falta esa otra parte del alma a la que se refería aquel joven admirador de Ortega y Gasset. Esa parte que ama a España, por la que se siente español, valora la historia de España y el legado de nuestros antepasados y que piensa en el bien común de los españoles, en la justicia y en la libertad de la persona. Él ha expulsado de su alma todo eso, si alguna vez lo ha tenido, y lo ha vendido por cuatro años más en La Moncloa, y puede que sean más, si atendemos a las malas y peligrosas costumbres que está adquiriendo. Lo reconoció en la sede de la soberanía nacional, sin tapujos, cuando le afeó al PP, mintiendo como suele hacer, que no le hubieran ofrecido los siete votos que necesitaba y así librarle de los inconfesables pactos a los que ha llegado. Por otra parte, Sánchez está discapacitado para decir la verdad, su vida es prácticamente una mentira, se desenvuelve entre mentiras, siempre en el alambre, con temor a caer en el vacío de la verdad, donde no se sabe desenvolver. Está también discapacitado para mirarse en el espejo y afrontar la realidad, su narcisismo se la distorsiona hasta tal punto que ya se ve como presidente de la III República Confederal o, en su lugar, como Rey, en el fondo le da igual, su comportamiento no se iba a alterar.
De todas formas, me queda la duda de que aquel ataque de risa, incontenible y estúpida, no fuera una exteriorización involuntaria e irreprimible de miedo. Miedo al abismo, al borde del cual se ha situado por su superlativo ego, por mantener el poder. Porque, según avanzan los días, cada vez se ve más en manos de otros, cada vez se ve más atado y con una muy limitada capacidad para hacer de su capa un sayo, que es lo que verdaderamente le atrae del poder. Ya en la misma sesión de investidura pudo observar las siniestras caras de todos aquellos a los que ha vendido su alma entera y media España, pudo descubrir sus miradas heladoras, clavadas en él advirtiéndole de lo que le espera, incluso pudo oír explícitas amenazas. Rió por ni llorar.
LOS PALMEROS DEL RISUEÑO CANDIDATO
Fuera como fuese, el caso es que aquella risa descompuesta e irrefrenable suscitó una reacción de locura colectiva en todo el espectro de los que ya eran del “Frente Disolvente”. Todos rompieron en una suerte de aplausos tan incontenible y estúpida, como la risa que los motivaba. Solo las ministras de Podemos fueron moderadas, ellas sabían que ya estaban purgadas. El resto, cual súbditos de Kim Jong-un, enrojecieron sus palmas en una competición por demostrar cual era el que más fuerte y más tiempo aplaudía. Lo que no sabían es que todo era inútil, la que siempre gana es María Jesús Montero, que parece estar tocando palmas en un tablao flamenco. Además, por mucho que aplaudan, por mucho entusiasmo que intenten poner, nunca llegarán a satisfacer el desmedido ego de su amado líder.
Ya no vi más de la sesión de investidura, no tenía humor para ello. Solo me limité a comprobar después que el psicópata de La Moncloa había sido investido presidente. Lo hice por si sonaba la flauta, aunque nunca albergué la esperanza de que pudiera haber algún ataque de honorabilidad entre las filas del PSOE que impidiera la investidura.
EL PARTIDO DE LOS PALMEROS
La honorabilidad del PSOE ha brillado por su ausencia prácticamente durante toda su existencia, desde 1879. En pocos periodos de su historia han sido leales con al que llamaban “el pueblo” y ahora le dicen “la gente” (que cosa tan impersonal y despectiva). Pocas veces han sido leales con España y con su ordenamiento legal, más bien al contrario.
Han dado golpes de Estado, como el de la ilegal proclamación de la II República en 1931, el de la revolución de 1934. También se pueden considerar un golpe de estado que, además, pudo ser una de las causas de la guerra civil, los hechos ocasionados por la división interna del PSOE en mayo de 1936, cuando Largo Caballero, partidario de la revolución, impidió a Prieto aceptar los votos de la CEDA que ofrecía Gil Robles, para evitar el Frente Popular. Les suena, ¿verdad?
Han protagonizado los escándalos de corrupción de mayor calado en España, tanto durante la II República, como tras la transición a la democracia. No es ahora momento para enumerarlos, además de que, por su volumen, se haría eterno este artículo, están a disposición de todos en infinidad de bases de documentales. Es el partido que más ha utilizado, aunque no el único, los indultos y los extraños errores judiciales para librar a sus afiliados de las penas a las que han sido condenados por esos delitos.
No son 144 años de honradez, como a ellos les gusta presumir. No llegan a 40, que son los que estuvieron en las catacumbas del franquismo, calladitos y sin poder medrar. Por eso, ahora tienen esas explosiones de locura colectiva cuando ven asegurados sus sillones y sus chanchullos, por al menos cuatro años más. De qué si no iban a poder vivir como viven personajes tan sesudos como Ábalos, Adriana Lastra o Miguel Iceta, que ayer declaraba, a su salida del Congreso, que se apuntaba a lo que fuera con Pedro; claro, dónde se iba a meter ese hombre para mantener bien alimentado el cuerpo serrano que tiene, que es la alegría de la huerta en todos los mítines de Barcelona y alrededores.
2 comentarios en “LA RISA DEL CANDIDATO”
Muy bien relatada la situación Luis. Y por supuesto al personaje Sánchez.
La suscribo.
Inteligente artículo Luis .. me sirve de consuelo .. cuanto nos está haciendo sufrir el sicopata de la Moncloa .. jamás pensé ver ni oír tamaños desmanes .. ni que fuéramos gobernados por gente tan ruin …..