LA PLUTOCRACIA EL HUMOR Y LA PACIENCIA
La palabra Plutocracia se deriva de “Pluto”, el dios griego de la riqueza, y describe una situación en la que los ricos ejercen el control del gobierno del Estado. Por extensión, podemos utilizarla para describir el dominio de las personas que, poseedoras de los recursos materiales y financieros, ejercen dominio sobre los gobiernos de organismos supranacionales como la UE, por poner sólo un ejemplo.
A un amigo mío, muy quemado con el sistema político actual, le ha dado por llamarlo “demogracia”, supongo que será por la poca gracia que le hace. Pero, la verdad es que se lo toma con humor y paciencia. Yo no poseo esta virtud en la medida que quizás sea preciso, pero también me lo tomo con humor. Si no fuera así me hubiera provocado una úlcera con toda seguridad. Mi amigo no deja de pensar y trabajar en lo que para él debería ser un verdadero sistema democrático. Lleva unos años en ello, enfrascado en un sinfín de lecturas, muchas reflexiones en soledad, algunas conversaciones compartiendo ideas y dando largos paseos por el didáctico desierto o por abiertas playas. Y, con todo, confiesa que, por lo menos, le quedan dos años para dar a luz algo que esté a su gusto.
Como ya he dicho, la cantidad de mi paciencia, si ese concepto es cuantificable, no alcanza ni de cerca a la que posee él. Sin embargo, al humor que comparto con mi amigo, añado un nivel quizás superior de chamusquina. Lo que, en mi caso, puede devenir en una posible reacción, por supuesto pacífica e, incluso, democrática, pero temprana y fuerte. Llevo un tiempo sintiendo la necesidad de dejar de ser una puñetera maleta que llevan de aquí para allá, e intentando elegir el viaje que quiero hacer, los lugares en los que me quiero parar y seleccionar lo que quiero visitar. Reconozco que me costará un esfuerzo y estoy dispuesto a asumirlo. Tendré que dejar de ver y escuchar, aún más, los medios de adoctrinamiento y sincronización de masas. O tendré que seleccionar algunos medios de ese tipo que sean de tendencias opuestas, para repartir mi tiempo equitativamente entre ellos, con la finalidad de obtener la desinformación que ofrecen y hacer inteligencia con ella. Creo que me decantaré por la primera opción, porque la segunda la llevo practicando, aunque solo de vez en cuando, y las sandeces y mentiras que escucho son de tal calibre que me producen dolor de oído, además de chamuscarme más.
En realidad, la elección de ese viaje la hice ya unos años atrás, cinco o seis, desde que empecé a escribir estos artículos semanales, publiqué dos libros, ya casi tres, y recorrí buena parte de Europa y casi todo Marruecos, siempre con los ojos abiertos como platos y el cerebro como una esponja. En esos años también me encerraron por decreto o por narices y me pincharon todo lo que quisieron, según decían para salvaguardar mi salud, y me dieron un extraño pasaporte de buen y obediente ciudadano europeo para poder seguir viajando.
LA SIGUIENTE PARADA DE MI VIAJE
Lo que tengo previsto realizar en poco tiempo, mi siguiente parada, es acabar el libro que tengo entre manos e intentar que alguien me lo publique. En este nuevo texto voy a insistir (lo siento, es mi obsesión) en lo que de negativo tiene nuestro sistema electoral, aprovechando el análisis de las elecciones generales de 2019 y 2023 y las consecuencias políticas que se han derivado del resultado de éstas. Para abrir los ojos a más de uno, también expondré las características de otros sistemas electorales y mostraré cómo podría resultar su aplicación en España. Además, ofreceré una muestra de los mecanismos de control y participación necesarios para mejorar de una manera significativa la llamada democracia liberal y, para ello, hablaré de la democracia participativa, de la directa y de la digital. Todo ello sin cuestionar, de momento, al sistema político en su totalidad. Es decir, respetando las reglas del juego de una democracia liberal, ósea, de un Estado con una “teórica” democracia representativa.
Pero como, a lo largo de este viaje que elegí emprender, he ido perdiendo definitivamente la fe en la anglosajona e impuesta democracia liberal, acabaré el libro con algunas propuestas, que para muchos resultarán unas locuras rompedoras y para otros una posibilidad nada desdeñable, pero no dejan de ser otra manera de entender la democracia. Ya se verá cómo logro acabarlo y si alguna de las propuestas gustan al respetable.
Y ¿DESPUÉS QUÉ?
Después haré otra parada, pero en ella me dedicaré a intentar construir una plataforma, algo parecido a un muelle testero, desde el que ir subiendo al tren de las redes sociales los datos reales de la situación social y política española por un lado y, por otro, unas propuestas con medidas concretas con las que se podría intentar acabar con la ineficiencia en el empleo de los recursos y terminar con el despilfarro de unos políticos ineficientes, poco honestos y nada austeros.
Los desmanes legislativos que vienen ocurriendo últimamente, la ausencia de políticas sociales acertadas y la permanente negativa a acometer los cambios estructurales necesarios, nos han conducido a una situación que, a muchos de los que peinamos unas cuantas canas, nos parece inconcebible. Claro que siempre los hay capaces de soportar lo que sea y justificar cualquier cosa, con tal de no reconocer los errores de sus líderes preferidos, allá ellos. Muchos de los problemas que iré subiendo al tren de las redes sociales, como se podrá ir comprobando, son consecuencia de la mala praxis de los políticos que dicen representarnos. Personajes que, en unos casos adolecen de falta de capacitación; tipos a los que su ceguera ideológica les desvía de lo que debiera ser su único objetivo: el bien común; gentes cuya su actuación, consciente o inconscientemente, está manejada desde alguno de los centros de poder financiero y económico (y, cada vez más, político) globalitarios.
PERO ¿POR QUÉ HACER ESA PARADA?
Pues porque, si observamos la evolución de nuestra situación social, económica y política, y lo hacemos con cierta perspectiva temporal y fijando la atención en los fríos datos contrastados, podemos asombrarnos del retroceso que hemos venido acumulando casi sin darnos cuenta.
Como anticipo y ejemplo de lo que, en un futuro próximo, pueda subir a ese largo tren de denuncias, aquí dejo un par de ejemplos. Cada cual puede pensar lo que quiera al respecto, pero a mí me da la sensación de que estos casos ejemplifican el fracaso general de las políticas que vienen desarrollando, o de las que han dejado de llevar a cabo, nuestros políticos desde hace mucho tiempo. No es cuestión de achacar todo el descalabro a una sola de las dos opciones políticas que vienen gobernándonos desde principios de los ochenta. Ambas son responsables de habernos traído hasta aquí. Bueno, nosotros, los incautos votantes, también, por consentírselo. Aunque, para ser justos, nuestra culpa tiene un atenuante: el sistema que hicieron a su medida en el 78 no daba opciones ni a un control más frecuente de los representantes políticos, ni a unos canales de participación de la ciudadanía en las decisiones políticas. Empecemos.
Evidentemente las condiciones de vida de los años 70 y 80 del siglo anterior eran muy diferentes a las de ahora. En el hogar familiar no se solía disponer de las máquinas que hoy día nos hacen la vida más fácil. Alrededor del 80 % de las mujeres trabajaban como “amas de casa”, entre otras cosas, porque frecuentemente no se necesitaba un segundo sueldo para poder llegar a fin de mes sin demasiados apuros. Increíblemente, en los años 80, y puede que incluso gran parte de los 90, muchas familias vivían con un sueldo sin pasar penalidades e incluso llegaban a ahorrar algo de dinero todos los meses. Se cobraba, una media de unas 60.000 pesetas al mes, es decir unos 360 euros mensuales. Inimaginable, ¿verdad? Cómo era posible que una familia viviera con ese sueldo. Pues, porque además de no estar tan enfermos de consumismo como lo estamos ahora, no se habían impuesto aún el dichoso IVA, los múltiples aparatos de las llamadas TIC,s no nos habían invadido aún y, normalmente, una familia tenía una sola tele y un solo coche, con lo que esto supone de reducción de gastos en seguros, impuestos de circulación, ITV, etc. Por supuesto, ni la electricidad, ni el gas, ni la gasolina estaban tan caros como ahora.
Entonces, como ahora, las guarderías o “jardines de infancia” no eran gratis, además se tenían más hijos (cuestión de la que también trataré en otra ocasión), por lo que en muchas familias se optaba por llevar a casa un solo sueldo y ahorrarse muchos de los gastos que suponían los hijos y tener dos trabajos. Fuera como fuese, lo cierto es que la mayoría de los hogares de la amplísima clase media que se logró crear durante el franquismo (pese a quien pese), vivían con un solo sueldo. Ojalá cada cual pudiera ahora elegir libremente hacerlo o no. Pero la realidad actual, en la mayor parte de los hogares, es que no tienen libertad para tomar esa decisión, no tienen más solución que trabajar fuera de casa los dos miembros de la pareja para poder, simplemente, mantenerse ellos y poder disponer de una vivienda. Lo de decidirse por tener hijos se queda, muy a menudo, en una ilusión, si es que llegan a tenerla.
En cuanto a la vivienda, según un estudio reciente de Instituciones y Grandes Cuentas en Sociedad de Tasación, basado en datos de crecimiento poblacional del INE, se necesitaran viviendas para alojar a 200.000 familias cada año, durante los próximos 20 años. En la actualidad parece ser que se construyen solo entre 80.000 y 100.000 al año, lo que supone un déficit de entre 100.000 y 120.000 viviendas cada año. Recurrentemente, sobre todo en periodo electoral, los partidos políticos prometen la construcción de vivienda de protección, sociales o del tipo que sea, pero casi siempre la promesa se queda en agua de borrajas o realmente se llegan a ejecutar muy pocos obras. Como estamos comprobando, sobre todo en las carnes de nuestra juventud, el problema es de pronostico reservado. La vivienda se ha encarecido un 30 % en los diez últimos años y los alquileres son inasumibles para la mayor parte de los jóvenes, tanto si son solteros, como si viven ya en pareja.
Soluciones a este problema las hay, es cuestión de voluntad, de dejar de especular con los terrenos, como vienen haciendo muchos ayuntamientos, y de que el Estado promueva la construcción (o rehabilitación) suficiente, para ofrecer vivienda social en régimen de alquiler, sobre todo a la juventud. Según los datos que he ofrecido antes, se deberían construir unas 100.000 viviendas al año, lo que podría suponer unos 6.400 millones de euros, aproximadamente un 1 % del presupuesto del Estado. Dinero que el Estado podría asumir perfectamente, sobre todo pensando que podría ir recuperándolo año a año, a razón de unos 240 millones/año a base de alquileres sociales de 200 euros/mes. Por supuesto, una medida de este tipo tendría un efecto casi inmediato en el mercado libre de alquiler, con una bajada considerable de los alquileres en general. La condición imprescindible para que una medida de este tipo sea eficiente a largo plazo es que esas viviendas públicas sean exclusivamente de alquiler y lo sean siempre, de manera que, por un lado, se evitaría la especulación que se produce con la venta de viviendas VPO tras su liberación y, por otro, el parque de vivienda social de alquiler se mantendría pues, si un inquilino decidiera abandonar la vivienda alquilada, automáticamente podría ser asignada a otro solicitante.
Aunque me acusen de violar alguna de esas leyes de “memoria X”, tengo que recordar que entre 1961 y 1975, el régimen franquista promovió la construcción de 4.080.619 viviendas de varios tipos y, a pesar de alguna desviación de las intenciones iniciales respecto a la adjudicación y finalidad de las viviendas, en general solucionaron en gran medida el acuciante problema de vivienda que tenía España en aquella época. Eso sin mencionar las que antes, en los años más duros de la posguerra, se construyeron por parte de algunas de las organizaciones principales de aquel régimen (Sindicatos, Dirección General de Regiones Devastadas, etc.) en ciudades y pueblos, incluso en los famosos pueblos de colonización. Con ello quiero decir que, cuando los políticos tienen sentido del deber y de servicio, casi todo es posible.
Sueldos y vivienda son dos problemas muy actuales que afectan, sobre todo, a los jóvenes y por ende al futuro de nuestra sociedad. No son los únicos, poco a poco irán siendo colocados en el tren de las denuncias los demás. Tenemos la obligación de coger el toro por los cuernos. Ya sabemos quienes no lo han cogido durante más 40 años, habrá que buscar a otros que sean capaces.
2 comentarios en “LAS VERDADES DE ESTA PLUTOCRACIA”
Veo a Busso por los desiertos y playas cavilando.
Del artículo, nada que objetar. ¡Estupendo!.
Bueno la verdad es que dada la situación de España, es fácil encontrar soluciones distintas a la de nuestros queridísimos políticos. Esto le facilita a usted un poco el artículo, pero luego hay que describirlo también como usted lo hace.
¡¡ Enhorabuena !!
Pero que bien escribes Luis, se entiende y trasmites muy bien el mensaje…podían aprender nuestros políticos que pierden el tiempo en cazar mosquitos.