El precio del barril de petróleo supone menos de la tercera parte del precio de los combustibles de automoción fijado para los sufridores ciudadanos. No obstante, según apuntan los expertos en este mercado, los precios del barril se fijan cada día con el valor más alto que haya alcanzado en la jornada, lo que ya supone jugar con ventaja por parte de los productores. Podrían fijar el precio diario basándose en el último precio alcanzado al cerrar el mercado, o referenciarlo a la media de la jornada, pero no, lo hacen al precio más alto. El caso es inflar la saca como sea.
Hemos vivido unas cuantas crisis del petróleo, de hecho desde 2001, por no remontarme más atrás, el precio del crudo ha dibujado una curva semejante a una escalofriante montaña rusa.
Después, hasta 2011, el mercado del petróleo se fue recuperando, en paralelo a la recuperación de la demanda que se iba logrando gracias a la costosa salida de la crisis. Los precios del petróleo, salvo pequeñas oscilaciones, se mantuvieron entre los 90 y los 120 dólares hasta el 2014, año en el que una nueva crisis contrajo de nuevo la demanda en Asia y Europa. Paralelamente, en EE. UU. se empezaron a utilizar nuevas técnicas de extracción de crudo, como el fracking, y la estabilización de algunos conflictos en Oriente Próximo favoreció un incremento de la producción de petróleo. La coincidencia de la contracción de la demanda y el mencionado incremento de la producción en EE. UU. y Oriente Próximo provocó un nuevo descenso del precio del barril (en 2015 llego a estar sobre los 28 dólares).
La demanda se volvió a recuperar a partir de 2016 y en 2018 el petróleo recuperaba un precio cercano a los 90 dólares. Aunque por poco tiempo, porque llegó la dichosa pandemia del COVID 19 y lo volvió a hundir hasta los 20 dólares el barril. Después se volvió a recuperar la demanda y el precio del barril alcanzó los casi 120 dólares el 16 de junio de 2022, entre otras causas debido a que el repentino ascenso de la demanda ha provocado cuellos de botella, poniendo en dificultades a las cadenas de suministro globales.
Observando la evolución de los precios de los combustibles de automoción y los del petróleo es difícil encontrar una correspondencia ajustada entre ellos, pero la situación actual ya es de traca. En el siguiente gráfico, en el que el eje de ordenadas euros, muestro la evolución de los precios de la gasolina de 95 desde 2007 hasta la actualidad, es solo una gruesa aproximación en la que no he reflejado las continuas fluctuaciones, pero da una idea de la poca correspondencia que tiene con los precios del barril de petróleo, sobre todo cuando el precio de este desciende.
Otros factores importantes en la determinación del precio final de los combustibles son el tipo de interés en EE.UU, fijado por el Sistema de Reserva Federal (FED) y el tipo de cambio del dólar norteamericano, ya que el barril de petróleo cotiza en dólares, por lo que en toda la UE estos aspectos tienen un impacto directo sobre el precio final, que en estos momentos resulta ser negativo para toda la UE.
Y llegamos a la parte mollar del asunto, los impuestos. Este importante factor en la formación del precio final del combustible en España supone aproximadamente un 60%[1], entre el impuesto especial sobre hidrocarburos, el IVA y los impuestos que las diferentes Comunidades Autónomas añadan al amparo de la Ley 28/1992 de Impuestos Especiales.
Y por último, hay que contar con el margen de beneficio de las estaciones de servicio, al que evidentemente tienen derecho. En este caso el problema surge cuando las gasolineras elevan exageradamente sus márgenes, según lo informado por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que en octubre dejó caer que España es uno de los países de Europa en el que las estaciones tienen un margen de beneficio más alto por litro de combustible. Supongo que esa práctica no será generalizada, pero evidentemente influye también en lo que pagamos por llenar nuestros depósitos.
En definitiva, suponiendo que se produjera en estos momentos una bajada del precio del barril de petróleo del orden del 50 %, cosa alto improbable, al sufrido ciudadano nos supondría, como mucho, pagar un 15 % menos por el litro de combustible, siempre que nuestro cicatero gobierno siguiera enrocado en mantener los impuestos.
A todo lo mencionado hay que añadir que la entrega generalizada y sin reservas de muchos grandes compañías multinacionales por la Agenda 2030, y consecuentemente por las energías renovables y el coche eléctrico, han llevado a muchos interesados inversores, seguidores de los designios de la globalización y del nuevo orden mundial, a abandonar el sector petrolero con una cierta premura. Consecuentemente, esta falta de inversión en lo que antes fue el “oro negro” ha dejado su huella sobre las infraestructuras de la cadena de producción y distribución de los productos petrolíferos y, por supuesto, sobre los precios de éstos.
Puede que se esté vendiendo la piel del oso antes de cazarlo, como parece haber ocurrido con el abandono de las centrales nucleares e hidroeléctricas, en relación con la crisis que se está produciendo por el suministro de gas. El caso es que el ecologismo de nuestros gobiernos nos está llevando, tanto a las familias como a las empresas, a una situación económica muy difícil, en gran parte debido a la falta de planificación a largo plazo de las adecuadas infraestructuras de producción de energía, incluso de la extracción de combustibles fósiles.
En China parece ser que acaban de resolver el problema de la energía nuclear, mediante la reutilización cíclica de los residuos radioactivos como combustible fisible[2], una gran apuesta por su total independencia energética. En Francia se está investigando sobre la tercera generación de energía nuclear por fusión, consistente en un tipo de generador nuclear que siendo más seguro y produciendo muchos menos residuos, podría producir el tripe de energía que los actuales. En EE. UU. y en otros países se ha investigado y ya se está empleando, sin demasiados problemas, la técnica del fracking para la extracción del petróleo y del gas.
No se les ocurrirá revisar el IVA de algunos productos que afecta seriamente a las familias, sobre todo a las pocas que se atreven a tener hijos, ni bajar los impuestos especiales sobre hidrocarburos, tampoco adaptarán las cuotas de autónomos a las que se pagan en la UE, ni harán nada por controlar el movimiento ilícito de capitales (de los que les dan de comer), ni por hacer una revisión verdaderamente justa y con sentimiento social de la fiscalidad. Seguirán así mientras tengan asegurada la posibilidad de seguir despilfarrando, mientras el grueso de la población española, los asalariados de las clases medias y trabajadoras sigan pagándoles las fiestas de géneros variados, inclusivos y fluidos sin rechistar. Apañados estamos.
Zaragoza, 19 de junio 2022
LUIS BAILE ROY
[1] Datos de noviembre de la AOP (Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos)
[2] Jesus Diaz, El Confidencial 14/06/2022
1 comentario en “MALDITOS ROEDORES”
Como siempre los paganos somos, como bien dices al final, los asalariados y las cada vez más empobrecidas clases medias. El gobierno, en especial éste, a recaudar sin importarle nada más que financiar a SU EMPRESA POLÍTICA. Espero que pronto esta actitud tenga un efecto inmediato en las próximas elecciones y pasen al retiro.