7 de julio de 2025 15:43

Blog sobre demografía y política

 «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los  remedios equivocados.»  Groucho Marx

Un repaso de las funciones fundamentales de los partidos políticos en un sistema de democracia liberal y del cumplimiento de las mismas por su parte. Para acabar, algunas propuestas sobre financiación de los partidos.

¿Qué encontrarás en este artículo?

LA ABSTENCIÓN Y LA DESAFECCIÓN A LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Los tres partidos más votados el 10 N de 2019 obtuvieron el 28,25 %, el 20,99 % y 15,21 % del total de votos emitidos, muy por detrás de la suma de la abstención y los votos en blanco (34,87 %). Sin entrar ahora en las diferencias a tener en cuenta entre la abstención y el voto en blanco, lo que queda claro es que el porcentaje que alcanzan esas opciones, sobre todo la abstención, fue muy alto en aquella ocasión, el más alto desde 1979. Harían bien los partidos políticos en dedicar algunos fondos y tiempo para estudiar las causas de la desafección de tantos ciudadanos. Puede que se encontraran alguna sorpresa.

El sistema político en el que dócilmente nos movemos, una monarquía parlamentaria, que se desenvuelve al modo de una “democracia liberal”, se basa ineludiblemente en la existencia de los partidos políticos. Admitiendo esa premisa, y dada la poca afinidad que siento por los partidos, llevo un tiempo haciendo el esfuerzo de intentar comprender la manera de proceder de los actuales partidos políticos españoles. Todo por tratar de no colocarme aún más al margen del sistema político actual. Sobre todo por ver si puedo encontrar alguna razón que corrija mi escasa cercanía al mismo y dejo de sentir la desazón propia del bicho raro.

La larga lista de funciones que deberían desempeñar los partidos políticos en un sistema de democracia liberal, parlamentaria, o como se le quiera llamar, se puede condensar, siguiendo el criterio del catedrático de Teoría del Estado J.A. González Casanova[1], en cinco funciones fundamentales independientemente de sus ideologías, organización interna, programas políticos y apoyo social.


[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Antonio_Gonz%C3%A1lez_Casanova

FUNCIONES DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

La primera función es la “socialización política y la creación de opinión”.

Esta función, referida a la transmisión a la sociedad de unos programas políticos bien estructurados y de los fundamentos ideológicos que los sustentan, ha ido en retroceso y actualmente se puede decir que, en la mayoría de los casos, se reduce a transmitir ocurrencias pasajeras e ideas inconexas. Se ha transformado por la intervención ineludible de los medios de comunicación (¿o debería decir de adoctrinamiento?) y las redes sociales, que han introducido un carácter de inmediatez, superficialidad y fugacidad a los mensajes transmitidos, dificultando la creación de una opinión pública fundamentada, racional y consolidada. 

Como consecuencia, no han logrado más que la creación de una deficiente opinión pública, y un muy escaso interés por la política. Y, como daño colateral, ha rebajado la categoría intelectual de las personas que se dedican a difundir las ideas y postulados de su formación política. Aunque, eso sí, son diestros en la simplificación, la brevedad sin fundamento y el sectarismo más irracional.

Podría sospecharse que los partidos prefieren a unos ciudadanos poco instruidos, mal informados y más dóciles. En definitiva una sociedad desinformada y peor formada. Lo que no sé es si lo hacen por voluntad propia o por encargo.

La segunda función es la “armonización de intereses”.

Los programas de los partidos habían evolucionado, desde las propuestas ideológicas diferenciadas y la defensa de intereses sectoriales, hasta la preponderancia de valores muy generales y las propuestas de políticas mucho menos diferenciadas, más transversales. Pero desde los gobiernos de Zapatero, se ha podido observar la vuelta a programas con cierta tendencia al sectarismo y la radicalidad. Aunque, en el caso de los partidos de izquierda y extrema izquierda (que la hay), han escondido su vieja y muy cuestionada ideología detrás de infinidad de nuevos “ismos” y banderas multicolor, por lo que incluso han incrementado su sectarismo.

Por lo que respecta a los partidos de centro y centro-derecha, parece que están intentado mantenerse en esas propuestas en las que priman de valores muy generales y propuestas de políticas poco diferenciadas, aunque dentro de un tono general más liberal que conservador. Todo con la intención de armonizar diferentes intereses y sensibilidades, al modo de los partidos “catch all party”. Pero han caído en la excesiva indefinición y en una tolerancia con las posturas de falso progreso, poco compartidas y que no suelen cuadrar con el sentir de la mayoría de sus votantes.

La derecha anda, desde mi punto de vista, con pies de plomo. Tiene muy difícil armonizar los intereses de las diferentes sensibilidades políticas que han confluido en la única formación política de derecha con ciertas posibilidades de obtener una representación significativa. Dentro de esa formación las diferentes familias tienen ideas muy cercanas en algunos aspectos, pero en otros las ideas políticas y sociales suponen una dificultad, por lo que se requiere un gran esfuerzo de cohabitación y concertación. No se como lo llevan, de momento parece que la dirección de esa formación está haciendo una faena de aliño, y está saliendo del entuerto en eso de armonizar intereses. Ya veremos que les depara el futuro y la cruda realidad cuando les toque gestionar lo público, si les llega el momento. 

La tercera función es la formación de las élites políticas.

La realidad es que para alcanzar un cargo político cualquier ciudadano precisa del apoyo de la estructura organizativa y capacidad económica de un partido político. Entre los que se deciden por dar ese paso, los partidos seleccionan a los que consideren más apropiados, según sus criterios.

No me preocupan demasiado los métodos de selección que empleen los partidos para elaborar las listas electorales, o para designar Secretarios o Subsecretarios de Estado, asesores, ayudantes, o cualquier otro cargo de libre designación. Lo que realmente me inquieta que es que las personas a las que se encumbra hacia la élite de los partidos no suelen ser las más preparadas intelectualmente, ni las más adecuadas para liderar equipos de gestión pública. Normalmente, ellos no se han preparado para eso, ni el partido les da la formación más adecuada.

Tenemos en el Congreso y el actual gobierno claros ejemplos de esa falta de preparación, de la escasa o nula capacidad de liderazgo. A menudo se condena al ostracismo a las mentes más lúcidas y capaces, por un estúpido y miserable instinto de conservación de la poltrona. El verdadero líder debe rodearse de los mejores, debe sentirse honrado y orgulloso de poder contar con el apoyo y asesoramiento de gente más brillante que él, incluso de los que le llevan la contraria. A un líder no debe de faltarle generosidad, honradez, lealtad y capacidad de dirección y coordinación del equipo, características que no abundan entre los nuestros políticos. En definitiva, nuestras élites políticas dejan mucho que desear.

La cuarta función es orientar las peticiones de la ciudadanía hacia los poderes públicos.

Esta función debe ser ejercida, por una parte, por el partido que obtiene la mayoría, o los partidos que conformen la mayoría necesaria para apoyar a un ejecutivo de coalición. Sus acciones ejecutivas deben ser reflejo de las propuestas que estaban contenidas en los programas políticos que han sido apoyados por sus votantes. Sin embargo, la realidad es otra. Engañan pactando con los que juraron no hacerlo nunca, utilizan la mentira como herramienta de confrontación política e incluso de gestión pública, falsean descaradamente la historia, se sirven de un sectarismo tragicómico y adoptan medidas políticas propias de otras situaciones espaciotemporales, con consecuencias negativas incluso para su electorado.

En cuanto a los partidos de la oposición les corresponde la crítica al gobierno, conforme a los principios por los que han sido votados y la propuesta de iniciativas legislativas propias o, en su caso, apoyar las iniciativas legislativas populares de los sectores de la población que les ha votado. Pero tampoco en estos aspectos me parece que los partidos políticos merezcan un aprobado. La cruda realidad es que frente el rodillo apisonador del Frente Frankenstein, ante el antidemocrático “cordón sanitario” sobre unos y por la irrelevancia de otros, poco les queda por hacer que no sea el brillante discurso parlamentario, escaso por otra parte, y la capacidad de recurso ante un lento y poco eficaz Tribunal Constitucional, cuya existencia haríamos bien en cuestionarnos.

Parece que, últimamente, el principal partido de la oposición está saliendo del bache en el que se metió, por sus cuitas internas y liderazgos de cartón mojado. Sin embargo, en el teatro parlamentario que no acaba de transmitir tranquilidad y confianza en todo el espectro social que pudiera considerarse su electorado. Los sondeos electorales les han ido situando en una situación inimaginable hace dos años, pero no es para tirar cohetes a pesar de las monumentales tropelías gubernamentales. Podría pensarse que para muchos no acaban de ser vistos como la alternativa que garantice sus aspiraciones.

Por todo ello tampoco veo que los partidos políticos estén cumpliendo esta función, más bien los veo, salvo honrosas excepciones, cada vez más alejados de la realidad del pueblo al que se deben.

La quinta función es reforzar y estabilizar el sistema político.

Ahora es cuando me parto de la risa. Por un lado, tenemos en el gobierno a unos ministros de extrema izquierda, que se quieren cargar el sistema establecido desde 1978 sin consultar ni a Dios ni al diablo, para imponernos otro que ya se había probado allende el muro de Berlín y se sigue experimentando en otros países con funestos resultados.

Por otro lado, contamos con la otra parte del consejo de ministros que ha adoptado las formas más radicales del PSOE histórico. No llegan a la altura de un Largo Caballero porque aún no está la fruta madura, pero no es por falta de ganas. Vamos que lo del 78 le chirria a todos, pero además el jefe quiere ser “rey”, como en la canción mexicana. Sólo entonces estará interesado en estabilizar el sistema, “su sistema”, mientras tanto seguirá intentando invadir las instituciones que forman los demás poderes del Estado y los organismos estatales que deberían contar con una garantizada independencia de funcionamiento.

En cuanto al principal partido de la oposición, parece que se conforma con mantener el sistema como está. No se da cuenta, o no quiere, de que para estabilizar a veces hay que inyectar más hormigón en los cimientos y que, para reforzar la estructura hay ocasiones en las que no queda más remedio que desmontar parte de ésta para darle más capacidad de resistencia. Solo por dar un ejemplo de su imperdonable pasividad: cómo es posible que, ni cuando han tenido mayoría parlamentaria, se hayan decidido a proponer la modificación de la Ley Electoral, cuando eso es la clave para conseguir que el Congreso deje de ser una cámara de permanente reivindicación y chantaje nacionalista. La respuesta está clara: ha primado la ventaja que le da la actual Ley Electoral como uno de los partidos mayoritarios. Pero eso no es reforzar ni estabilizar el sistema político,

PARA ACABAR, TENGO LA SENSACIÓN

Tengo la sensación de que a los partidos les faltan ideas, sobre todo nuevas y frescas, pero también útiles para todos los españoles. Ideas que favorezcan las condiciones necesarias para dar oportunidades a las iniciativas de los que quieren invertir y emprender, para los que se pirran por investigar e innovar, para los que simplemente desean trabajar con cierta estabilidad y por un sueldo digno, para los jóvenes que sueñan con emanciparse e incluso formar una familia, para el que quiere vivir y trabajar en su pueblo y cada vez se lo ponen más difícil, para los ganaderos, los agricultores, los cazadores e incluso para los toreros.

Menos lenguaje inclusivo, menos lio con los géneros y los sexos y más trabajar por los españoles. Si no cambian y avivan su cansino ritmo habrá que quitarles el micro, habrá que plantearse que para qué los queremos.

Siento también la necesidad de una reforma de la Ley de Partidos. Las reformas hechas hasta ahora han resultado claramente insuficientes para acabar con la corrupción, la falta de transparencia y su ineficiente gestión. Es esencial modificar el modelo de financiación pública, con la idea de minimizarla, limitar la posibilidad de endeudamiento, suprimir la subvención por el trasnochado “mailing” en las campañas electorales. También sería conveniente introducir un modelo que no discriminase tan exageradamente a los partidos que no obtengan representación parlamentaria, primando la subvención pública por los votos recibidos sobre la dirigida a escaños conseguidos.

Por lo que se refiere a la financiación pública, cuestión en la que se ha avanzado algo con las últimas reformas, se debería incorporar el modelo de financiación mediante la recaudación de fondos a través de plataformas de financiación colectiva (Crowdfunding), incrementar el límite de aportaciones privadas de los afiliados a los partidos, a la vez que se deberían incrementar los controles sobre dichas aportaciones.

Hay ocasiones en las que el sistema entero ha sido diseñado, o retocado adecuadamente, como sucede en nuestro caso, por los partidos y los políticos, con la ayuda de los medios de adoctrinamiento o adormecimiento, para su beneficio y supervivencia y al margen del interés común. En esas ocasiones hay que reaccionar y una primera ocasión puede ser hoy. Luego vendrán otras, quizás de mayor trascendencia y con más contundencia y consecuencias. ¡OJALA!

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Luis Baile Roy

1 comentario en “PARTIDOS DE LA RISA”

  1. Este baile me ha sorprendido.
    En mi corto entender la función principal de los partidos políticos es canalizar la representación. Curiosamente, si no es a través de un partido político, no tenemos derecho a ser representados. ¿Quién decidió tal gilipollez?
    También en mi corto entender, desde que los ciudadanos no cabemos todos en el ágora, la representación es la cuestión clave del sistema democrático. No hay nada más importante. Por eso la escasísima calidad de nuestro sistema democrático, y en general, que este sistema, basado en la representación a través de partidos políticos en todo el mundo, ha alcanzado su techo, y no sea posible esperar mayor avance del mismo.
    El único objetivo de estas bandas es el poder.
    En ese empeño, no tienen ninguna cortapisa y el sistema hace posible que auténticas robaperas accedan a cartera ministerial como primera experiencia laboral, desprovistos de ningún conocimiento ni formación.
    Ante todo eso, el papel que nos reserva el sistema a los contribuyentes es de financiar tan magnífica juerga con nuestros impuestos.
    ¿Cabe mayor disparate?
    ¿Tiene esto algo que ver con el ideal republicano que inicia la historia del pensamiento político en la edad moderna?

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